Gabriela Mistral y la Universidad de Chile

81 SEGUNDA PARTE: 1912-1922 correspondiente al 20% de sus ingresos cuando ya estaba instalada en Punta Arenas. Y su renombre creció. Paralelamente, en 1918, cuando Mistral estaba preparando su salida al extremo sur, un joven talquino, Arturo Torres Rioseco, recién graduado como profesor de Estado en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, se dirigió al norte. Por encargo de Mistral, llevaba a la ciudad de Nueva York unos ejemplares de Selva lírica , el Libro de los Juegos Florales y los Libros de lectura , con el fin de hacérselos llegar al dominicano Pedro Henríquez Ureña y al filólogo español Federico de Onís. Este último, des- pués, sería el editor de su primer poemario Desolación , publicado en 1922 en Nueva York, a través del Instituto de las Españas de los Estados Unidos (vinculado a la Universidad de Columbia). Como es posible observar, en este periodo Mistral va tomando deci- siones para mejorar sus circunstancias. Establece alianzas con los líderes locales en Punta Arenas y con un creciente número de intelectuales en Buenos Aires. No es de sorprender que el grupo que esperaba a las viaje- ras en el muelle municipal el día 12 de mayo de 1918 incluyera a algunos destacados ciudadanos, miembros de la Sociedad de Instrucción Popular, cuyo secretario era el doctor Luis Aguirre Cerda (1870-1956), hermano de don Pedro y residente de larga data en la región. Otro miembro del grupo de recepción fue Juan Bautista Contardi Gastaldi (1865-1944), hombre de origen italiano ubicuo en la colonización del territorio. Contardi, nacido en Génova en 1865, llegó a Magallanes cuando tenía dieciocho años. Se instaló en Punta Arenas en 1885 y comenzó a establecer compañías de ganadería. En 1900 fundó el primer impreso en salir diariamente en Punta Arenas, El Comercio , además del cuerpo de bomberos, el Club de Rotarios y otras instituciones. La gran preocupación de Contardi y de otros propie- tarios de la región era la subdivisión de las tierras de Magallanes. Algunos poseían tierras que medían más de un millón de hectáreas, como fue el caso de Sara Braun Hamburger (1862-1955), renombrada empresaria local de origen letón, quien donó varios libros a la biblioteca del Liceo de Niñas que Mistral regentaba. Mistral también mantuvo una larga amistad con las mujeres de la familia de José Menéndez, las Menéndez-Behety, contactos que persistieron décadas después de los dos años que Mistral pasó en el extremo sur.

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