Gabriela Mistral y la Universidad de Chile
48 Gabriela Mistral y la Universidad de Chile llegada de haber distribuido y guardado el suministro anual de papel esco- lar. Otras alumnas, aprovechándose de la situación, comenzaron a tomar más papel del necesario. Cuando el material se agotó, mucho antes de fina- lizar el año, señalaron a Lucila como responsable: la acusaron de haberlo robado. Olivares inició una investigación. Al registrar la habitación donde se alojaba la niña, encontraron que efectivamente tenía una cantidad con- siderable de papel. ¿De dónde lo había obtenido? La muchacha, tímida y poco acostumbrada a defenderse, no supo qué decir. No explicó que tanto su hermana como su padre eran maestros, ni que un amigo de la fami- lia, inspector de escuelas rurales, le había dado más papel. Ese hombre era don Bernardo (o quizá Mariano) Araya, “visitador” de las escuelas del Elqui, funcionario público encargado de supervisar al personal, distribuir suministros y tomar exámenes. Para las otras alumnas, lo único importante era que Lucila —la foraste- ra, torpe y recién llegada del campo—teníamás de lo que le correspondía. La hostigaron, la intimidaron, la agredieron. Naturalmente, Adelaida Olivares no hizo nada. Cuando la madre de la chica, Petronila Alcayaga, se enteró de lo ocurrido, fue a encarar a la directora y exigió una explicación. Olivares le respondió que la niña no era buena estudiante y que lo mejor era que vol- viera a su casa y aprendiera las labores del hogar. “Nunca servirá para otra cosa”, sentenció. Esta condena se repite, con mínimas variaciones, en todas las versiones que Gabriela Mistral contaría de este episodio posteriormente. Y al oírla, la niña guardó silencio. “En cuanto me vean que soy útil para la casa, estoy perdida”, pensó, “y se sentaba sobre un arca que había en o cerca de la cocina a soñar” 31 . A través del trabajo que desarrollaría después como docente, en efecto, se rebelaría contra esa sentencia. Como señala la historiadora Macarena Ponce de León 32 , el Estado de Chile realizó un gran esfuerzo institucional a partir de 1860 para aumentar la cobertura de la instrucción primaria, “universalizar la escuela” y, así, llegar a todos los territorios del país. Lo cierto es que entre 1854 y 1907 los índices de escolarización se triplicaron (de 93,5 a 290 niños por mil), las escuelas se habían multiplicado a más de 2.600 y, por lo tanto, creció 31 Carmen Conde, Gabriela Mistral (Madrid: Editorial Epesa, 1970), 16. 32 Macarena Ponce de León Atria, “La llegada de la escuela y la llegada a la escuela: la extensión de la educación primaria en Chile, 1840–1907”, Historia (Santiago), vol. 43, no. 2 (2010): 449–86, https://repositorio.uc.cl/handle/11534/37575.
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