Gabriela Mistral y la Universidad de Chile
43 PRIMERA PARTE: 1889-1912 Las cumbres escarpadas dominan una estrecha franja de tierra fértil, re- gada por un río frío y caudaloso que en tiempos de la poeta permitía el cultivo de una gran variedad de productos durante todo el año. Más allá de la minería y la agricultura estacional, había pocas fuentes de empleo estables en la zona. Los hombres iban y venían. Al tener hijos de distin- tos padres, Petronila Alcayaga no era una excepción entre las mujeres del valle. Aunque Jerónimo Godoy fue reintegrado a su cargo como maestro el mismo día en que nació su hija, no tardó en continuar el patrón común de muchos hombres del lugar, del país y de la historia: simplemente se fue. Jerónimo Godoy partió poco antes del tercer cumpleaños de Lucila, esta vez aceptando un trabajo como maestro a más de una jornada de distan- cia hacia el sureste. Dejó de enviar dinero a su familia cuando Emelina estaba por cumplir dieciocho años. Como Mistral observaría más tarde, “[m]i padre iba y venía de Atacama al valle de Elqui. Nunca contaba la vida de él en su provincia. Ya se había dado al licor y mi madre y mi her- mana solo se sosegaban cuando él partía” 21 . Las tres mujeres buscaron una solución tras otra. Petronila vendió su parte de la modesta casa de adobe en la que había nacido su hija menor. Sin comunicarlo a su madre, Emelina, la hija mayor, contrajo matrimo- nio a los veintiún años con un hombre de sesenta y tres, José de la Cruz Barraza, propietario de algunos bienes y recursos económicos. Con ello, lograron instalar una pequeña tienda donde las mujeres horneaban pan y atendían al público. Hemos señalado que la poeta solía afirmar que fue feliz, como nunca después, en los primeros años de su infancia en el pueblo de Montegrande, ubicado en el extremo más oriental del hermoso y remoto valle de Elqui. En esta primera infancia, Lucila demostró un deseo profundo de aprender, de escribir. Además de la anécdota recogida por Rodig sobre su aprendiza- je veloz y prematuro del silabario, resulta destacable el entorno en que dio sus primeros pasos. En efecto, todas las mujeres de su ambiente familiar más cercano (su madre, su hermana, dos tías y su abuela paterna) sabían leer y escribir en una época en que la alfabetización popular permane- cía como un desafío pendiente. Existe constancia documental de ello: una 21 Gabriela Mistral, carta a Radomiro Tomic, 1954, en Vuestra Gabriela: cartas inéditas de Gabriela Mistral a los Errázuriz Echeñique y Tomic Errázuriz , ed. Luis Vargas Saavedra (Santiago: Zig-Zag, 1995), 224–29.
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