Gabriela Mistral y la Universidad de Chile
35 En la tierra yerma, sobre aquel desierto mordido de sol, ¡mi corro de niñas como inmensa flor! “El corro luminoso”, Desolación (1922) Gabriela Mistral Hija de una costurera y de un exseminarista y maestro itinerante, que al poco tiempo fue un padre ausente, Lucila Godoy Alcayaga enfrentó barre- ras aparentemente insalvables impuestas por su clase social y los orígenes humildes de los que provenía. La pobreza de su familia le implicó práctica- mente una total carencia de educación formal. Su primera y única maestra fue su hermana mayor por parte de su madre: Emelina Molina Alcayaga (1874-1947), quien nació catorce años antes de Lucila. A pesar de con- tar solo con estudios de nivel primario, logró emplearse como maestra por la necesidad que tenían las escuelas —especialmente las rurales— de contratar personal docente. Emelina resultó fundamental en el desarro- llo intelectual más temprano de la “niña” Lucila. De adulta, cuando ya se había convertido en una escritora consagrada, Gabriela Mistral recuerda: Mi hermana materna, Emelina Molina, me dio enteramente la educación recibida en la infancia que en buenas cuentas es la única que tuve y que me fue transmitida puede decirse, en las rodillas fraternas. Reemplazó a mi padre en sus obligaciones familiares, y yo le reconozco el bien definitivo de la asistencia material y moral. El mérito de su formación se me ocurre que sea el de no haber deformado nada en mí, como lo hacen las escuelas mientras más modernas, más pedantes que se conocen en nuestro tiempo,
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