Gabriela Mistral y la Universidad de Chile

209 QUINTA PARTE: 1951-1957 sería en la década siguiente la primera mujer en liderar dicha escuela— le escribió con la solicitud de que Mistral le hiciera con sus versos el himno de la unidad académica encargada de formar a las matronas del país. No obtuvo respuesta. El decano de la Facultad de Artes, profesor Luis Oyarzún, con quien compartió veladas en su visita a Chile, le comentó su nueva obra Lagar rápidamente, en febrero de 1955, mientras pasaba unos días en la Escuela de Temporada que la Universidad de Chile organizaba en la comuna de Valdivia, y que lo había reunido con Nicanor Parra y Jorge Millas. Con ellos leyó la obra. Cuando se vieron en Santiago, Mistral —que lo conocía desde su estancia en Brasil en la década del cuarenta— le había pedido al joven académico que cuando tuviera el libro en sus ma- nos escogiera uno de los poemas para él. Oyarzún le pidió “Hallazgo del Palmar”. Esta fue una de las últimas conversaciones que sostuvo con él en vida, vía correspondencia, una conversación que al menos en cartas no tuvo respuesta. En 1956, Mistral había recibido la noticia de que el gobierno había despachado una ley para otorgarle el sueldo equivalente al superinten- dente de Educación en caso de que ella volviera a vivir en Chile. Pero ya no estaba en condiciones de volver. La salud de Gabriela Mistral se deterioraba paulatinamente a causa de sus severos problemas cardíacos, a las articulaciones, las diabetes y un cáncer de páncreas que le descubrie- ron en el mes de noviembre. Estuvo internada, primero, desde fines de octubre hasta el 7 de noviembre. Luego volvió del 15 al 21 de ese mismo mes, y otra vez los pocos días para ser internada una semana más. Des- pués de la navidad, el 29 de diciembre, ingresó nuevamente al hospital de Hempstead, en Queens, Nueva York, acompañada de su compañera Doris Dana. Muy pronto entró en coma y perdió definitivamente la consciencia. En un día de nieve, Gabriela Mistral falleció a las 04:18 de la madrugada del 10 de enero a la edad de 67 años. Sus primeros funerales se realizaron en la Catedral Saint Patrick, en Nueva York. Se le rindieron honores en todo el continente y en muchos países del mundo. La Asamblea General de las Naciones Unidas homenajeó a la mujer que tantos años de su vida le había dado a la antecesora de la orga- nización, la Sociedad de Naciones, a través de su actividad en el órgano de Cooperación Intelectual.

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