Gabriela Mistral y la Universidad de Chile

113 TERCERA PARTE: 1922-1924 exclusivo Liceo de Niñas de La Serena la define en su vocación de maestra inclusiva: ...me mandaron de castigo al campo y estuve dos años de maestra rural. Fueron dos años que me hicieron el corazón totalmente. Yo saqué de esos dos años la línea más dominante que tengo hasta hoy en mi espíritu; el amor a la tierra y el cariño al pueblo. El amor al campo me ha hecho siempre, aunque tenga mi escuela en la ciudad, vivir en el campo, porque creo que la tierra es lo único que puri- fica y que las ciudades están haciendo la degeneración de la raza humana. Mi cariño al pueblo lo explicaré así: fui llamada al servicio de un pueblo en donde ni siquiera había pan fresco todos los días, llevé la vida más triste que ustedes pueden imaginarse en ese sentido de abandono; pero me hice la primera escuela rural nocturna de la provincia de Coquimbo, fue una escuela por los trabajadores de las tres haciendas vecinas y esta hizo la alegría de mi vida. Por las noches, ellos me acompañaban y eran mi familia. Recuerdo que después de enseñarlos a leer, mi alumno de mayor edad que tenía 55 años, llevaba su guitarra y me cantaba aires campesinos. Los domingos, por turno, los que tenían caballo me sacaban a pasear por la playa. Así endulzaban mi vida esos hombres rudos. Mistral ostentaba su experiencia de maestra rural en Chile como una actividad misionera, a la vez que evidenciaba las duras contradicciones sociales de su país de origen. En este relato, la experiencia encarnada no la margina, sino la que funde con el pueblo. Es especialmente elocuente y crudo el párrafo que sigue, en que traza su diferencia respecto de la clase de educadores cuyas ventajas los convierten en probables dirigentes del futuro de Chile: Cuando se ha venido de la clase media y se ha sentido abandonada por esa clase y se ha visto que cuando una mujer dentro de esa clase se levanta para ganar su pan se le mira con desprecio, esto hace una cortadura tal en el espíritu que aunque después vengan los halagos de parte de los que eran maestros y nos desdeñaron, aquello no se olvida, la herida queda viva y la vinculación con el pueblo es cosa del destino, una soldadura

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