Gabriela Mistral y la Universidad de Chile
103 TERCERA PARTE: 1922-1924 El contraste con la experiencia chilena era evidente. Mientras que en Santiago había enfrentado polémicas que cuestionaron su idoneidad por carecer de título profesional, en México recibió desde su llegada una acogida entusiasta, con honores y reconocimientos que rozaban lo apoteó- sico. En las primeras semanas inauguró escuelas y bibliotecas públicas que llevaban su nombre, ofreció conferencias y fue homenajeada en festivales. La diferencia de trato no solo era institucional, sino también simbólica: en México, la figura de Mistral se proyectaba como un referente educativo y cultural de alcance continental. A lo largo de sus años de carrera, Mistral solía escribir, al finalizar cada año, una carta dirigida a sus amigos más cercanos: personas de su entera confianza, con quienes había forjado una amistad basada en afini- dades y, sobre todo, en capacidades y ambiciones que se complementaban mutuamente. En estas cartas, la poeta plasmaba sus reflexiones sobre los acontecimientos del año que concluía y, de manera breve, esbozaba tam- bién sus propósitos para el año venidero, proyectando así su mirada hacia el futuro. Para entender cómo Gabriela seguía analizando lo acontecido en Chile mientras meditaba sobre su futuro internacional, examinamos dos cartas que escribió a dos de sus amigos chilenos más leales. Ambas son del fin de 1922, poco después de que se instalara en su segunda casa mexicana, ubicada en la colonia San Ángel, en las afueras de la ciudad, zona de des- canso donde Vasconcelos vivía con su familia y Diego Rivera tuvo su taller. En la carta a Eduardo Barrios, escrita desde México el último día de 1922 —es decir, dieciocho meses después de su conflictuada estancia en Santiago—, Mistral comenta cómo se sentía durante sus primeros meses como directora del Liceo no. 6. Escrita con una confianza infinita en la capacidad de Barros para solucionar sus problemas, Mistral iba reflejando desde México lo que había pasado: “callé, pero vi claro que mi situación en Santiago era vidriosa. Usted sabe cómo llegué al Liceo 6. Me prometí al entrar a la casa no durar sino el tiempo necesario para probar a mis enemigos que podía organizar un liceo, así como había reorganizado dos [énfasis nues- tros]” 116 . En esta reflexión sobre su experiencia capitalina, Gabriela Mistral recuerda que ya había sorteado con éxito los desafíos que había tenido en los establecimientos educacionales de regiones alejadas de Santiago (Punta 116 Gabriela Mistral, “Carta a Eduardo Barrios, México, 31 de diciembre de 1922”, Obra reunida. Cartas . Tomo VIII (Santiago: Ediciones de la Biblioteca Nacional, 2020), 73.
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