El crimen de la calle Nataniel: Testimonios, fotografías y documentos del caso que revolucionó la odontología forense en Chile

cochero. Al día siguiente, en la mañana, leyendo un diario en un carro, casi no vuelvo de mi asom- bro, al leer que Beckert había muerto. ― ¿No habrá sufrido Ud. una alucinación, se- ñor? — pregunté al señor Izakovich. ¿Cómo, si a Beckert lo conocía mucho y vivimos juntos en una casa de pensión durante un año? ― ¿Es Ud. un buen fisonomista? ― Ya lo creo: cuando veo una cara no seme vuel- ve a borrar más y para que Ud. juzgue le contaré un caso. Hace un año en Valparaíso se me llamó a reconocer en una rueda de presos a un individuo a quien se acusaba de ladrón y al cual había yo vis- to en una sola ocasión por muy pocos minutos, un año antes del suceso que les narro. Mi declaración era en esa ocasión decisiva para el reo. La esperaba con mucho interés el juez. Al pri- mer golpe de vista, en medio de ocho reos reconocí al ladrón. ― ¿Recuerda Ud. alguna señal particular en el traje del señor Beckert? ― Sí, la recuerdo. Vestía con un traje color kha- ki, llevaba lentes y sombrero calañés y de la cintu- ra, afianzado por un correa, pendía algo así como una caja para anteojos o unmaletín. ― ¿Era Ud. amigo del señor Beckert? ― En un tiempo lo fui; ahora permanecíamos algo alejados. ― Todo cuanto me ha dicho, añadí recalcando las palabras ¿estaría Ud. dispuesto a declararlas a la justicia? Que Ud. ha visto la noche del incendio al señor Beckert, que Ud. ha hablado con él, que Ud. afirma categóricamente que es él. ― Todo esto se lo he dicho ya al jefe de la Sección de Pesquisa, don Eugenio Castro. ― ¿Y si lo llama el juez de nuevo? ― Volveré a declararlo. Al despedirme ya completamente perplejo por lo que acababa de oír, el señor Izakovichme repetía: ― Que busquen al cochero; que la policía se- creta busque a ese cochero, que a esa hora estaba apostado frente al hotel y bien pronto se sabrá lo demás. (Tartarin y Mora, 1909) Este mismo día fue citada a declarar a la es- posa de Exequiel Tapia, que al saberse de la pérdida de los $25.000 pesos era sospechoso de robo y asesinato. Esto fue por orden del juez instructor de turno del 4º Juzgado Civil de la Provincia de Santiago, Sr. Juan Bianchi Tupper, siendo el juez Sr. Ricardo Dueñas G. En su declaración se lee: Se interrogó a Bien- venida Salgado Toledo, de veinte y siete años, casada, de Rengo, no lee ni escribe, ocupada en los quehaceres de la casa, vive en la calle Callejón de Jélves sin número: Soy la mujer de Exequiel Tapia que era el mozo de la legación de Alemania y que ha desaparecido desde el viernes, día del incendio del edificio que ocupaba.A las ocho de la mañana de ese día salió mi marido a atender su ocupación como de costumbre y nada me dijo ni noté en él nada que me llamara la atención. Vine a tener noticias al día siguiente cuando llegó la policía buscando a Tapia y desde ese momento me puse sobresaltada temiendo por su suerte. Mi marido es buen hombre, bebía muy de tarde en tarde, todas la noches estaba en su casa y durante los siete años que somos casados nunca se ha se- parado de mi lado. Algunas veces solía recogerse tarde, pero era cuando lo ocupaba en su casa el Sr. Ministro alemán. De este caballero y de los demás empleados en la legación,mimarido estabamuy… encontrándolos a todos muy buenos. Tapia era de carácter tranquilo y nunca le oí ha- blar de que tuviera enemigos. Él no usaba anillo ni reloj . (Loch, 2009) 91 Capítulo 4 . Lunes 8 de febrero de 1909.

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