El crimen de la calle Nataniel: Testimonios, fotografías y documentos del caso que revolucionó la odontología forense en Chile

No pudo el científico profesor valerse de la medi- da de algunos huesos que se encontraban en buen estado porque la estatura del canciller Beckert y la de Tapia eranmás omenos iguales, demanera que esta fuente de luz quedaba, desde luego cegada. La fractura de la tibia de Beckert que se sabía tenía en una pierna, tampoco era elemento aprovecha- ble porque precisamente esa región estaba que- mada y aún destruida. Encontrándose la piel completamente carboniza- da, era inoficioso intentar el análisis del pigmento. Tampoco el diámetro de la cabeza podía practicar- se porque, según la comisión, faltaba la bóveda del cráneo. Aún a decir verdad, bien pudieron y debie- ron tomar la circunferencia que estaba intacta a nivel donde se coloca el sombrero, dato precioso, y si no estaba integra esta circunferencia, bien pudieron reconstruirla tomando cuidadosamente los diversos diámetros, relacionándolos con los que faltaban. Por consiguiente, sólo quedaba el examen de los dientes como única fuente de información para verificar la identidad. El examen anatómico, fisio- lógico y médico legal de estos órganos explotados científicamente, las circunstancias favorables y en las condiciones que actuaba esta comisión de- bieron precisamente suministrar a los médicos la identidad de ese cadáver o, por lo menos, producir la duda respecto a su personalidad. Surge prima facie que el análisis y examen de la dentadura fue hecho a vuelo de pájaro. No obs- tante, en el informe protocolizado se consigna que, habiendo sido interrogada, la señora de Beckert aseguró que éste tenía sus dientes intactos con al- gunas tapaduras de oro en los incisivos, y que inte- rrogada, la señora de Tapia declaró que su marido tenía los dientes intactos, con excepción de una muela cariada. ¿Cómo pueden explicarse que estos datos tan reveladores no se explotaran? ¿Por qué no se de- terminó una información más prolija sobre este importantísimo dato, llegando hasta el careo de ambas señoras?No hay duda de que, si el protocolo es el fiel y verdadero trasunto de lo actuado por los científicos, pues en donde cualquier persona hu- biera visto el botón que con la más leve presión o hubiera alumbrado con claridad a la escena. Ellos, por el contrario, rechazan esta huella luminosa y la creen un obstáculo, no de otro modo puede en- tenderse esta frase apocalíptica: “Sin embargo, se había constatado que una muela del juicio estaba cariada perturbando este dato, utilizar los dientes para el reconocimiento particular”. Por lo demás, en la perforación verbal que hizo el profesor Westenhöffer nadie lo oyó disertar sobre la dentadura, cosa extraña si se atiende a la am- plitud casi latosa sobre puntos que no eran perti- nentes. Cuando el señor Donoso Grille, le llamó la aten- ción sobre este examen. El profesor hizo entrar a la esposa de Tapia y mostrándole el resto del cráneo con los dientes anteriores carbonizados. ¿Le pre- guntó, son estos los dientes de su marido? A lo que la mujer respondió que no. De lo expuesto se deduce que la identidad de los restos de Beckert, que el profesor Westenhöffer proclamaba verbalmente, y que la gran probabi- lidad de que fueran tales como lo afirma el proto- colo, se funda lisa y llanamente en un pedazo de trapo, en los restos de una ropa que el profesor dice encontró adheridos al cadáver carbonizado. Y que la primera comisión, explica que esa ropa, que esos mismos trapos estaban pegados a una tabla que se encontró entre los escombros cuando se descubrió el cadáver. El caudal científico, las grandes diser- taciones patológicas, anatómicas, químicas y mi- croscópicas a que se hacen alusión en el protocolo científico disciplinado no sirvieron, pues, de nada en el gravísimo problema de la identificación. Lo que la determinó como un probable, a juicio de los técnicos, fue una simple pedazo de trapo, un trozo de tirante y una marca en un resto de camisa. 221 Capítulo 10 . Miércoles 17 de febrero de 1909.