El crimen de la calle Nataniel: Testimonios, fotografías y documentos del caso que revolucionó la odontología forense en Chile
¿Y qué respondió el doctor Germán Valenzuela Basterrica al distinguidísimo profesor de la patria de Rhin? El 21 en página de honor de El Mercurio, respondía el ilustre Director de la Escuela de Dentística, así. Creemos que es de importancia establecer el valor científico y médico-legal de los informes dados por los doctores chilenos Donoso y Alliende y el de los señores Westenhöffer y Aichel en el acontecimien- to de la calle Nataniel Cox, comparándolos entre sí, tomando en cuenta el tiempo en que se efectua- ron y las circunstancias que los determinaron. El incendio ocurrió el día 5 y al siguiente los médi- cos chilenos actuaron en el cadáver quemado que se encontró bajo los escombros. Veamos qué an- tecedentes existían en ese día respecto al cadáver encontrado. Todo el mundo aceptó fácilmente la especie de que el canciller alemán, señor Beckert, era la víctima, pues dadas las informaciones su- ministradas por altas personalidades, se creyó que el accidente se había producido por algún ataque epiléptico sobrevenido al canciller en el momento en que trabajaba lacrando cartas, o destruyendo correspondencia por medio del fuego. Uno de los primeros en notar la desaparición del canciller fue el señor Ministro alemán, a cuya so- licitud se ordenó remover los escombros, operación que dio por resultado el fúnebre hallazgo. Fue con- ducido a la morgue y en la mañana del sábado 6 lo reconocieron los médicos chilenos por mandato judicial que les pedía dictaminaran las causas de la muerte. Estos médicos dejaron constancia en su informe que dada la carbonización del cuerpo, no era dable establecer su identidad, pues estaba carbonizado el tegumento externo en casi toda su extensión, habiendo destrucción de parte considerable de al- gunos huesos, tibia, bóveda craneal, codo. Por cier- to, que estos restos no tenían ropa alguna como pudieron presenciarlo todos los que vivieron ese día en la morgue. Dados estos antecedentes y el prejuicio que obraba en el ánimo de los médicos sobre la personalidad de los restos, era natural que no surgiese la idea o inconveniencia de una investigación escrupulosa, esmerada, prolija. Nadie pensaba entonces en un crimen, se lamen- taba solamente la terrible desgracia ocurrida al bondadoso, honorable y simpático canciller. Se alistaban las coronas que debían adornar su tumba. Transcurren algunas horas. Se hace notar también la desaparición del portero de la legación. Faltan valores en la caja, luego se trata de un robo. ¿Quién es el autor? No se trepida un momento en señalarlo, no cabe la menor duda. El ladrón, el in- cendiario, el asesino no puede ser otro que Exequiel Tapia, el portero el “roto chileno”. Transcurren las horas. Se acentúa la aseveración de un honorable extranjero que asegura y sostiene con pleno conocimiento que ha visto al canciller señor Beckert, en la noche del viernes, o más bien dicho, en la madrugada del sábado. Para él no puede haber duda. Lo ha reconocido perfectamente, le ha hablado y el canciller, corres- pondiéndole en castellano, le ha expresado que se equivoca y se aleja rápido en un coche. Algunos lo tratan de iluso, pero otros comienzan a abrigar dudas y la noticia se esparce poco a poco. La prensa principia su obra, se recogen y acumulan antece- dentes. La evidencia de que los restos sean del can- ciller de Alemania desaparece. Se habla de unas patillas encargadas hace pocos días en la peluque- ría de Pagani. Unmaletín y una caja de pistola que se ha dejado en el hotel Melossi reclamada ense- guida, etc. Ahí, pues, un misterio que es menester aclarar al reflejo de los fans científicos que felizmente para el país, son también alemanes, compatriotas de la víctima y, por lo tanto, doblemente interesados en descubrir la verdad. Ellos, los médicos alema- nes, señores, Westenhöffer y Aichel con su ciencia y al cabo ahora, de todos los rumores y dudas, nos 219 Capítulo 10 . Miércoles 17 de febrero de 1909.
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