El crimen de la calle Nataniel: Testimonios, fotografías y documentos del caso que revolucionó la odontología forense en Chile

a la esposa de Beckert el estado de la dentadura de aquel y le contestó que tenía todos los dientes. Y las muelas faltaban algunas y otras tenían ta- paduras. El doctor Valenzuela no tuvo necesidad nada más que de contar la dentadura para notar diferencia. Pero ni siquiera nos dijo a nosotros como colegas y en el carácter que investigamos de médicos legistas: “yo sospecho que este no sea el cadáver de Beckert, por esta razón”. Porque en tal caso, habríamos sido los primeros en impedir la sepultación hasta comprobar afirmati- va o negativamente la sospecha. Lejos de eso, nos pidió autorización para llevar a su gabinete las mandíbulas. A lo que nosotros accedimos gustosos y aún le ofrecimos todo el cadáver si lo consideraba necesario. Con los datos que tenía en su poder, el doctor Valenzuela se dirigió al gabinete del den- tista, señor Denis Lay, y allí, mediante los libros, dejó establecida la veracidad de la afirmación de la esposa de Beckert. Ya no cabían dudas, el muerto no podía ser Beckert. Y, sin embargo, el facultativo nombrado no dio aviso ni al Ministro alemán ni al juez instructor, que era chileno, ni a nosotros, que somos sus colegas, temerosos de que le arrebata- ran el mérito de su descubrimiento. Antes de comunicar al juzgado, dio aviso a la pren- sa y llevó su informe al diario La Unión. Al impo- nernos nosotros al día siguiente por los diarios de la denuncia que hacía el doctor Valenzuela, el Ministro Excelentísimo von Bodman, el Secretario barónWelczeck y el que habla, fueron al gabinete del señor Denis Lay, comprobaron lo publicado y sin perder momento se apresuraron a ponerlo en conocimiento al señor Ministro de Relaciones Ex- teriores. De manera que el primer aviso oficial de que el cadáver sepultado no era el de Beckert fue dado por nosotros al Gobierno. Cuando él expone en ese informe publicado, lo tenemos nosotros es- tampado en nuestros protocolos de autopsia que pasamos al señor Ministro de Alemania. Así pues, que la identificación no se ha debido a la pericia profesional del doctor Valenzuela Basterrica, sino a una simple cuestión de lenguaje. Nosotros, que no dominamos perfectamente el castellano, pre- guntamos a la señora de Beckert por los dientes y ella, creyendo que se trataba de los dientes pro- piamente tales, nos contestó que los tenía todos. El doctor Valenzuela Basterrica, que como hijo del país conoce a fondo el idioma, preguntó por la den- tadura, es decir, en la acepción completa de dientes molares, etc. La señora en ese caso expresó que a su esposo le faltaban varios molares y otros te- nían obturaciones. Nada habría perdido el doctor Valenzuela con comunicarnos su descubrimiento. Habría tenido siempre el mérito de la oportunidad con que hiciera la pregunta la señora de Beckert, mientras que ahora su situación es muy diferente. ― Como chilenos que somos, lamentamos sin- ceramente este incidente, doctor. ― Los chilenos son francos y generosos; mas, des- de mi llegada he tenido escollos en mi cátedra de profesor de patología y en este caso se ha querido ponerme una nueva dificultad. Lo siento, pero este proceder no admite otro calificativo que poco leal. ― ¿A qué hora estima doctor que se cometió el crimen? ― Tapia ha sido asesinado antes de que llegara el ministro y tengo la convicción absoluta de que el Excelentísimo barónBodman, al llegar solo habría sido también ultimado para complicar más el cri- men. Y si Beckert logra su intento en este sentido, no habría sido descubierto porque toda la atención pública y de la justicia se habría fijado en la per- sona del Ministro. Una noticia más les interesará. Tengo conocimiento de que se ha encontrado en la legación un aparato raro, según parece, es una máquina o aparato especial para quemar a altas temperaturas. Quizás fue el que empleó Beckert. (Alas, 1909) 218 EL CRIMENDE LA CALLE NATANIEL. Testimonios, fotografías y documentos del caso que revolucionó la odontología forense en Chile (1909).

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