El crimen de la calle Nataniel: Testimonios, fotografías y documentos del caso que revolucionó la odontología forense en Chile
nombre de Guillermo Beckert, pero últimamente he adoptado el de Ciro Lara Mottl con el objeto de escapar a la acción de la justicia por los sucesos ocurridos en la legación. Salí de mi casa a la hora acostumbrada para ir a mi oficina el día viernes en que ocurrió el incendio de la legación. Llegué a la legación y estuve traba- jando solo. Salí normalmente para golpear la puerta del dor- mitorio de la dueña de casa, a quién quería adver- tirle que en conformidad con los deseos que me había manifestado, esa tarde le llevaría a mi mu- jer para que la conociese y pudieran tener relacio- nes de amistad con ella en un viaje que teníamos proyectado hacer a Valparaíso. Mi mujer debía ir a Valparaíso, no yo, acompañada de una señorita francesa. Hablé con la señora Celia Latorre a tra- vés del vidrio y me volví a la legación. Pasadas las doce llegó el Ministro de Alemania con el señor se- cretario y estuvimos tratando varios asuntos. Fuera de los asuntos oficiales estuvimos hablando de mi salud. El señor Secretario dijo al señor Minis- tro que él se había ofrecido para reemplazarme en caso de que yo quisiera hacer uso de una licencia. El señor ministro y el señor secretario se retiraron dejando firmada alguna correspondencia para que yo concluyera de despacharla. Después de ha- ber salido ellos, entró a una hora para el comple- tamente desusada, elmozo de la legación Exequiel Tapia en compañía de otro señor, quiénme presen- tó un documento para su legalización. Mientras yo empecé a leer el documento sentí pasos detrás de mí y al darme vuelta vi a Tapia, puñal enmano, que se dirigía sobre mí. Me lancé a su encuentro y logré sujetarle la mano derecha por la muñeca. El otro que había estado sentado a mi lado, me aga- rró al mismo tiempo de la garganta. Luchando desesperadamente, logré arrastra ambos hacia la puerta y abrirla. Entonces el desconocido me sol- tó empujándonos al interior de la pieza y corrió a cerrar de nuevo la puerta. Al retroceder, a conse- cuencia del empujón, yo o Exequiel tropezamos en el umbral de la puerta de comunicación y caímos juntos a una escalera delante del primer armario del archivo. Luchando todavía en el suelo logré arrebatarle el cuchillo a Exequiel y enterrárselo en el cuerpo. Al volver en mi me encontré tendido encima del cadáver de Tapia. Quise huir al instan- te aterrorizado y formando un paquete que había sobre una mesa al lado de la puerta de entrada, que contenía un traje de montar, unos anteojos y una polainas, me lancé a la calle y fui por la calle Nataniel en dirección al sur. En el camino, ya can- sado, tomé un coche que pasaba y me fui en él en dirección a Ñuñoa, tomé después por la Avenida del Salvador y bajé en el puente del Arzobispo. Desde ahí me dirigí por el lecho del río hacia arriba y en un punto oculto por los bloques artificiales de la canalización,me cambié la ropa,me puse el otro traje y las polainas. El otro traje, que estaba man- chado de sangre, lo hice pedazos y lo arrojé poco a poco al río y seguí mi camino subiendo por la falda sur oriente del cerro San Cristóbal, llegué más o menos a las seis de la tarde a la cumbre donde me senté en un punto desde el cual podía observar mi casa esperando poder divisar a mi mujer antes de emprender mi fuga. Sin haberlo conseguido me retiré del cerro alrededor de las diez bajando por la Alameda hacia la estación de los ferrocarriles. Al pasar por a boca calle de la calle deNataniel vi ten- didas unas mangueras de los bomberos y me dirigí al interior de la calle para cerciorarme de la causa de aquello, viendo entonces que todo el edificio de la legación se había quemado. Pasé por la calle del Instituto y saliendo por Lord Cochrane seguí por la Alameda hacia la estación. Al enfrentar el casino del Portal Edwards oí una voz que me llamaba por mi apellido y temiendo ser descubierto, apresuré el paso y subí a un coche que en esemomento pasaba. Sin embargo, el señor que me llamaba me alcanzó y me felicitó por haberme salvado del incendio. A pesar de conocer perfectamente al señor Izako- vich, fingí no conocerlo ni entender alemán, pero este insistió en hablarme y solo se retiró cuando yo le dije en castellano que no le entendía. Se retiró entonces y el coche siguió hasta llevarme al hotel Melossi. Explicando la procedencia del paquete 206 EL CRIMENDE LA CALLE NATANIEL. Testimonios, fotografías y documentos del caso que revolucionó la odontología forense en Chile (1909).
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