Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
59 En ese tiempo, los profes podían fumar en la sala de clases. Otros compañeros, como Arturo Espinoza, decía que tenía bonitas piernas. Era delgada de la cintura para arriba, y las caderas anchas. Se daba el tiempo de saludarnos a cada uno con un beso cuando la veíamos llegar al patio. ¡Éramos 65! Es cierto. Fue para nosotros (no para todos) el ejemplo de belleza, erotismo y sabiduría. Fue reaccionaria al límite, se mantuvo en la dirección de la básica hasta que mis niños entraron al colegio a principios de los 90. Con emoción, el año antes de matricularlos, me atreví a ir a su oficina. De mi profesora quedaban los rasgos esenciales que marcaban la sensación de agrado. Sentada, enorme, su voz pastosa y sexy, y nada que pudiera retenerme allí. Mi profesora, ya no existía. Poco tiempo después murió. Varios fueron al funeral. Yo no fui capaz”. Marcelo Rojas G.67: “Cómo queríamos a nuestras profesoras de preparatorias. Casi como a nuestras mamás. Hasta que la Srta. Finsterbush se subió la falda para mostrarnos la rodilla que era el tema de la clase. En ese momento se nos acabó el amor filial. Cómo nos gustó la señorita !! Fue colectivo. Ossa inventó de tirar un lápiz al suelo y Faverio y yo nos agachábamos con él para mirarle las piernas hasta que nos pilló y nos dio el tremendo discurso sobre el respeto. Lo aprendimos muy bien pero seguimos con ganas de mirarle debajo de la falda”. La admiración y agradecimiento por sus profesores aparece muchas veces en el recuerdo de los ex alumnos de esa época. Pero también entre los alumnos de humanidades aparecían otras inquietudes que tenían que ver con lo que pasaba en la sociedad fuera del Liceo. Nora Gatica G. 62: “En Humanidades se fue configurando más esta distinción política entre los compañeros. Y cuando elegíamos la directiva del curso ya era una elección política. Siempre iba alguno de nosotros, los llamados comunistas, como candidato y estábamos
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