Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
41 escapar. Me contó que Carlos había sido ascendido en las jerarquías clandestinas de su partido y que sabía que era seguido por la DINA que trataría seguramente de asesinarlo como había ocurrido con los dirigentes anteriores. Mi hermano estaba pronto al martirio. Los que lo añoramos, ¿podríamos aceptar ese sacrificio, privándonos de lo mucho y valiosos que entregaba a sus familiares y amigos, a sus pacientes y asistidos, que se cortara así los goces de una vida plena? Poco aplaca nuestra pena la tardía acción judicial emprendida contra la banda de asesinos que tomaron el poder en 1973 y que envilecieron al país, comprometiendo en acobardada y engañosa complicidad a tantos de nuestros conciudadanos” Su hija Claudia G. 85 dice: “ Yo tenía 8 años cuando despareció. Recuerdo aún el ruido de la citroneta doblando la esquina y cómo yo corría a abrir la reja para abrazarlo. Recuerdo su mirada pero no sus ojos, recuerdo sus palabras pero no su voz, recuerdo sus pisadas pero no sus pies, recuerdo sus caricias, pero no sus manos” Crecieron con sus hermanos jugando a rescatarlo de los malos, escuchando sus discos para tenerlo cerca y por mucho tiempo esperando su regreso. Carlos su hijo menor G 92: Tenía dos años cuando lo secuestraron y le costó mucho entender que no lo había abandonado y después que a pesar de que se lo llevaron, era un hombre bueno y no debía avergonzarse. Estudió Medicina en la misma escuela de su padre, con su delantal y su fonendo, encontrándose muchas veces con médicos que conocieron a su padre y lo recuerdan con admiración y cariño. Desde el 6 de agosto de 1976, la familia ha hecho todo lo que se puede hacer en los tribunales de justicia, sin obtener hasta hoy la información de por qué lo asesinaron, quién lo hizo y dónde dejaron su cuerpo.
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