Memoria colectiva... flores de paz y libertad...

21 Dr. Alvaro Yañez del Villar, G.47: “Camino con frecuencia desde la plaza Ñuñoa por Dr. Johow. Circulan vehículos, interrumpidos por los semáforos. Árboles grandes, podados sin misericordia, dan algo de sombra, y ocultan parcialmente edificios de tres o más pisos. Quedan pocas de las antiguas casas. Se prolonga así hasta Av. Grecia. Más allá, conjuntos de departamentos grises y tristes y algunas escuelas universitarias. No siempre fue así. Transito por esta calle hace 70 años y recuerdo que ocasionalmente durante el día pasaba algún vehículo motorizado y con frecuencia carretelas. La calle era sin salida, terminaba en un muro de adobe alto, en el que alguien había hecho una pasada estrecha. Al pasar ese umbral, había un canal de riego fácil de saltar, a lo largo del que crecía una fila de encinas, y más allá seguían potreros muy verdes, cercos arbolados y la vista se prolongaba hasta los pies de la cordillera, que estaba casi siempre nevada; hacia el sur los potreros se perdían en el horizonte. Era un lugar ideal para encumbrar volantines, resolver a combo limpio, sin interrupciones, alguna disputa y más adelante, en especial en la tarde o en la noche sostener discretamente un encuentro amoroso. La calle en aquella época se llamaba Avenida Central y sólo era atravesada por Castillo Velasco, en aquella época llamada Tocornal. La Avenida Central estaba magníficamente arbolada, lo que en verano la convertía en un túnel verde, fresco y sombrío. Corría una acequia de riego al borde de la cuneta, donde se podían hacer navegar y competir barquitos de papel o madera. Desde la calle se podían ver grandes jardines de las casas y de mansiones construidas a comienzos de siglo, como casas quintas. Eran casas de altos techos, grandes ventanas, con balcones y techos secundarios que le daban un aspecto de castillo o de pajarera. También había casas más modernas de la década del 20, con hermosos jardines. Diariamente, recorría esa calle a fines de los años 30. La razón