Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
20 como el Sr. Natalio Glavic, y las Sras. Graciela Ferrada, María y Marta Lara. En esa difícil primera década Irma Salas comprometió a un grupo de personas en una Asociación de Amigos del Liceo que desplegaron acciones sosteniéndolo ante las autoridades y la opinión pública. Muchos de estos Amigos, que estimaban en mucho las innovaciones educativas del Liceo, eran personalidades influyentes porque habían sido Ministros de Educación, Rectores de Universidad, altos funcionarios de la Educación Pública o catedráticos universitarios. Entre ellos recuerdo a Juvenal Hernández, Amanda Labarca, Joaquín Cabezas, Maximiliano Salas y mi propio padre, Pedro Godoy Pérez. Sólo tengo buenos recuerdos de mis seis años de estudios en el LMS. Nada de dogmatismo magisterial había allí, mucho del arte mayéutico en la enseñanza, nada de culpabilización o preceptiva compulsiva; una atmósfera generosa, abierta y estimulante, que hacía innecesaria la disciplina severa y que conquistaba la estimación de los alumnos. A menudo se establecía el diálogo holgado y la comprensión mutua entre enseñante y enseñado. Y una buena información, previsora postura y generosa iniciativa del maestro ante los problemas de los alumnos, a veces críticos, que fueron discretamente atendidos según testimonios posteriores de mis compañeros. Seguí siempre la trayectoria del Liceo a través de mis hermanos, sobrinos, hijos y nietos que también se educaron ahí y vi cómo se consolidaban todas las finalidades perseguidas en las siguientes décadas. Pero también como mucho de lo conseguido se perdió en el malhadado período de 1973 a 1993. Espero que se logren restaurar las estimables cualidades del Liceo”. Febrero 2005.
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