Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
195 si yo tenía algo que decir y le respondí que no. Entonces sentí que sacaba un arma y la manipulaba, sentí pasar la bala, luego el metal frío del cañón en mi sien izquierda y el sonido de cuando percutó la pistola en seco. No tenía balas. No sentí nada, no tuve miedo, ya estaba entregado a lo que viniera y eso me producía alivio, sentí las risas de quienes estaban alrededor. Me ingresaron a una sala y por debajo de la venda vi los pies de varios hombres, entre ellos uno con uniforme del ejército. Una vez más me hicieron repetir mi versión. Me convidaron un cigarrillo y me llevaron a un rincón desde donde los escuchaba hablar en voz baja. De vuelta a la sala y me sentaron al lado del Loro Matías. Le dije que tenía miedo ya que algo pasaba. O me habían creído o me iban a matar de verdad. El Loro me tranquilizó diciéndome que nadie podía imaginar que yo pudiera por mis años estar involucrado en algo importante y que creía que ya no me harían nada más. No pasaron cinco minutos y nuevamente me llevaron, pero esta vez para firmar un documento. Pedí leerlo y el Jefe de los agentes que estaban allí, a quien hoy identifico como Manuel Contreras, les ordenó que me sacaran la venda. No pude leer nada, las letras las vi borrosas , ya nada me importaba y firmé algo que nunca sabré lo que fue. Desde entonces el trato cambió, nunca más me tocaron, sin embargo me torturaba el escuchar los gritos desgarradores de mis amigos, de ver cuando llevaban a Edwin y a Christian Van Yurick, recuerdo a Bárbara Uribe llorando como una niña pidiendo que no le hicieran nada, o gritando una vez que vio en el piso con los brazos enyesados a un joven rubio de apellido Espinoza y que ella confundió con Edwin. El 18 de Julio había tres personas a quienes requirieron sus nombres; uno era Martín Elgueta Pinto (hoy detenido desaparecido). Yo conocía a Martín porque era un militante destacado del MIR y había sido miembro del centro de alumnos del Manuel de Salas. Ese día nos llamaron a los tres (David, Oscar Nilo y yo). Llegamos a la entrada y sentimos los tacos del Loro Matías. Nos alegró, significaba
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