Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
194 No sé cuánto duró eso, perdí toda noción del tiempo. Cuando me regresaron a la sala escuché que decían que yo estaba incomunicado y que me mantuvieran lejos del Loro Matías. Me prohibieron tomar agua y comer. Sentía luego los gritos desgarradores mientras torturaban al profesor y cuando lo traían arrastrando de regreso hablando incoherencias. Me habían sentado al lado de la profesora Viola Soto y yo me dormí en su hombro sintiendo algo así como un calor de madre. En la madrugada del 9 de Julio trajeron a mis amigos del FER Miguel Ángel Acuña (Pampino), y a Héctor Garay (Titin); al día siguiente temprano se llevaron al Titín a reconocer gente por Ñuñoa. Al rato me vinieron a buscar y nuevamente me amarraron al catre de fierro. Al lado se escuchaban los gritos terribles de una mujer, me dijeron que era mi madre, que ellos pararían si yo hablaba. Tenía la boca seca y una sed indescriptible, los labios partidos. ¿Sería efectivamente mi madre? De nuevo la electricidad, esta vez en las sienes y detrás de los oídos. También en los genitales y el ano. Perdí de nuevo la noción del tiempo y tuve nuevamente aquella sensación de estar mirándome desde lo alto salido de mi cuerpo. Me arrastraron hasta la sala, otra vez sin poder comer ni tomar líquido, me dijeron que estaba muriendo, que sólo debía decir que David y el profesor Nilo eran mis contactos y podrían llevarme a mi casa y dejarme en paz. Creo que fue el miércoles 10 de Julio cuando sentí que me había muerto y veía todo desde fuera, hubo carreras y yo estaba semiinconsciente, riéndome de todo, ya no sentía dolor. Solo una paz inmensa. Esa tarde ví cuando llegaron con Edwin Van Yurick y le estaban cambiando la venda de sus ojos, escuché sus gritos mientras lo torturaban y los de su esposa Bárbara Uribe. En un momento sentí los pasos nuevamente venir hacia a mi. El golpe en el hombro y la orden seca: ¡párate! Me sacaron de la sala y en el pasillo me esperaba el primer interrogador, el de la voz siniestra. Caminamos unos metros, entonces me dijo que ellos ya sabían que yo había mentido, por lo que tenía órdenes de eliminarme. Me preguntó
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