Memoria colectiva... flores de paz y libertad...

189 llegar poco antes de que fuéramos trasladados. Mi hermana entregó un paquete con ropa y alimentos que nunca nos entregaron. Media hora antes, había llegado un grupo de soldados boinas verdes, a cargo de un oficial rubio y cara de asesino al que llamaban “el Nazi”. Se acercó a nosotros y nos hizo ponernos de pie, decir en voz alta nuestro nombre y el motivo de la detención, para luego lanzarnos una fuerte patada en el estómago para que volviéramos a sentarnos. Luego tendidos en el piso y con los brazos y las manos extendidas, caminaron sobre nosotros y nos volvieron a patear. A mediodía me hicieron tenderme boca abajo sobre el asiento de un furgón. A David Cuevas y al profesor Nilo los tendieron uno arriba del otro entre los asientos. Vino el oficial y con la empuñadura de su pistola nos golpeó en la cabeza y nos advirtió que de hacer cualquier movimiento nos dispararía. Después sabría que mi madre y hermanos siguieron al furgón en su recorrido para no perderme. Llegamos a un lugar que reconocí como el Estadio Chile. Nos bajaron con las manos en la nuca. En la Guardia un oficial de carabineros le dijo al Nazi que no podía autorizar mi ingreso ya que yo era menor de edad. Pero éste se impuso y fuimos ingresados a este campo de concentración. Fuimos acogidos por casi 300 detenidos de todas las edades y clases sociales. Estudiantes, profesionales y trabajadores que compartíamos el haber creído en un mundo mejor. Recibí mi primera visita a las dos semanas de estar allí. Recuerdo entrando a mi madre inválida acompañada de mi hermano de ocho años con un chaquetoncito escocés. Esa imagen me ha acompañado toda mi vida; verla afuera del estadio parada bajo la lluvia esperando que autorizaran la entrada. Nos abrazamos, me preguntó cómo estaba y cómo me habían tratado. Me insistió en que por ningún motivo nombrara la casa ni a quienes allí habían estado. Comprendí que a pesar de todo, aún había gente escondida en mi hogar, que no teníamos más infraestructura y que mi madre seguiría protegiendo compañeros clandestinos aunque fuera al precio de su vida.

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