Memoria colectiva... flores de paz y libertad...

169 los milicos venían por Macul, que seríamos fusilados. Se realizó una votación rápida y se pidió que levantaran la mano quienes querían abandonar en ese instante el Liceo, ninguno la levantó. No podía ser, no podíamos irnos, sentíamos un compromiso impregnado en nuestras conciencias. A eso de las 14 horas escuchamos que La Moneda había sido bombardeada, luego Tomás Moro y así cada una de las informaciones que se transmitían del Comando de Telecomunicaciones nos impactaban al punto de que en la mirada de todos había una suerte de pánico mezclado con incredulidad. Fue a esa hora que escuchamos el bando que decía que el “toque de queda” comenzaría a las 3 de la tarde. Como a las tres menos 20 escuchamos que nuestro presidente Salvador Allende “se había suicidado”. Comenzaron los gritos, los llantos de las compañeras, era una escena fúnebre y 5 minutos antes de las 15 horas por decisión general dejamos el colegio. Algunos padres y familiares esperaban aún afuera, recuerdo los abrazos al despedirnos, la incertidumbre de lo que cada uno tendría luego que vivir, algunos caminaban como en shock, sin destino, con la mirada perdida. El último recuerdo que tengo de ese día en el colegio es ver al señor Menchaca cerrando las rejas con el gran candado y quedándose al interior del Liceo. En el trayecto hasta la casa, con mi tío, nos cruzamos con dos buses de Carabineros. Venían de pie ajustando las miras de los fusiles y con unos brazaletes de color naranjo. Pensé ingenuamente que iban a enfrentar a los golpistas. Cuando llegué a la casa, en la esquina celebraban con botellas de champagne, banderas y gritos de Viva Chile; ahora se mostraban los vecinos, fachos, caras de alemanes, rubios que casi nunca se veían. Mi madre venía caminando con mi hermana y afortunadamente sus gritos no se escuchaban en medio de la algarabía de quienes apoyaban el golpe. Decía que el General Prats avanzaba desde el Sur hacia Santiago. Entonces en la esquina con Simón Bolívar contemplamos una escena que marcaría mi vida para siempre. En medio de un ruido ensordecedor bajaban contra el tránsito una fila de tanques con las luces prendidas y los soldados con

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