Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
149 levantar el mosquitero? ¿Golpearía a través de él? La angustia le retorcía el estómago…” Así pasamos los años felices del 70 a septiembre del 73, discutiendo, viendo mucho cine, jugando a arriesgar la vida, jugando a ser centro delanteros del devenir. Teníamos grupos de compañeros y compañeras con quienes estábamos mucho tiempo juntos, y entre ellas, casi al final, una polola de Jaime que desde que la conoció, nos alejamos un poco; algo parecido a lo de la Yoko Ono con Los Beatles, guardando las proporciones … Alejo ya estaba casado, con dos niños y trabajando. Vivía en San Miguel y su mediagua era nuestro lugar de encuentro. Jaime estudiando en la Universidad Técnica del Estado. Desde el día del Golpe empezamos a tener una vida distinta. Nos fuimos alejando del cine, de la música y empezamos nuestra vida de subsistencia y de mucha lectura. Quedamos abandonados a nuestra suerte y encomendados en dar con el destino que tan repentinamente nos había quitado la alegría y la libertad que gozábamos hasta ese instante fatal. El día de mi cumpleaños, Viernes 12 de julio del 74 , nos vimos en el centro de Santiago. Decidimos juntarnos en la casa de una amiga donde vivía Jaime, en Ñuñoa, para tener un té de celebración el sábado en la tarde. Aquel fatídico 13 de julio, apenas golpeamos la puerta, nos dijeron que en horas de la mañana Jaime había sido secuestrado Días después de su secuestro, tuve una especie de cita a ciegas en el monumento a Pedro de Valdivia en la Plaza de Armas. De espaldas, sin poder girarme para no saber quién era, una mujer con poncho oscuro me transmitió un mensaje para mi y Alejo: “quédense tranquilos que nunca daré sus nombres”. Ese era Jaime. ¿Quién habrá sido ella? ¿Lo recordará? Recuerdo una vez en el año 1978, un sobrino me pidió acompañarlo al estadio, cosa a la que me resistía por el significado que tiene ese lugar; pero el fútbol fue más fuerte. En el entretiempo miré hacia arriba
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