Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
134 Luego viene su conversión hacia las ciencias exactas. Salimos del colegio y como varios de nosotros, partió a la Universidad de Concepción a estudiar Ingeniería de Ejecución Mecánica, algo impensable para sus intereses previos. Mientras nosotros le dábamos a las ciencias sociales, y leíamos a los marxistas, el Negro luchaba por horas, sentado en su pieza, con una frazada a cuadros que lo cubría de pies a cabeza, con el más tenaz y temido enemigo de su corta vida: cálculo 1. Nos dio una lección. Jamás pensamos que supiera sumar y día a día, en esa posición casi fetal que solo abandonaba para ir a ver Música Libre a la TV del comedor comunitario y llenarse la guata con la horrible comida de la pensión, sacó Cálculo 1, luego el 2 y el golpe lo pilló cuando iba derechito a pasar el Cálculo 3. Todo lo que vino en losmeses posteriores fue una vorágine. Mientras pasábamos a la clandestinidad, el Negro se nos perdió. Dijeron que su polola, hija de un dirigente comunista y que no conocimos, estaba desaparecida. Supimos que la buscó por cielo, mar y tierra y que nunca la encontró. Deprimido, salió hacia Argentina desde donde llegó a París con su nueva compañera, la Vicky, con quien tuvo dos hermosos retoños: Jaime (en honor a Jaime Buzio, otro compañero manuelsalino desaparecido) y Daniela. Su llegada e inclusión en las tareas militantes fueron simultáneas. También su responsabilidad con la familia lo llevó a capacitarse como técnico electricista y debutó como el “chasquilla de los cables” por las calles de París. Miles de anécdotas lo acompañaron en su función laboral que nos contaba con su característico humor negro. Pasaron los años y llegó la orden de volver a Chile. Fue de los primeros que se matriculó y partió a entrenarse para las nuevas tareas. Yo ya estaba en Chile y en ese período supe sólo por referencias de él. Me enteré que tenía nueva compañera y que con ella había ingresado clandestino a Chile a fines de 1980. Un día, en un clásico café Haití del centro de Santiago, sentía que alguien me miraba fijamente. Era el Negro, un poco cambiado, muy elegante, cejas depiladas y peinado con gomina hacia el lado.
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