Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
133 algarabía, generalmente provocada por otros pero a la que el entraba con singular alegría”. De Eugenia Yulis G. 70: “Este Negro era un sol.dulce, cariñoso y seco pa` la talla!!!” De Oscar Troncoso G. 70: “El Negro Flowers, o el Chico Flores o Alma Negra como le decía la vieja Vitalia, dueña de la pensión de Concepción, era un tipo travieso. Ya en el colegio sobresalía por su buen humor y por la talla a flor de boca. Siempre que decía algo gracioso, se contorneaba como lo hacen los patos malos y hacía un gesto para hablar de medio lado. Obviamente que eso lo perjudicaba en la sala de clases y así fue como llegó a ser compañero de nuestra promoción luego que algún amargado profesor no entendió sus chistes y le “sugirió” que era mejor que profundizara las materias de 5º Humanidades. En los años anteriores, lo habíamos visto en el patio jugando las pichangas donde tocaba la pelota hasta dejarla chiquitita. Era hábil con el balón y, al ser bajo y ancho, tenía gran seguridad para correr dominándola sin desestabilizarse, drama de todos nosotros adolescentes desgarbados e inconexos. Decíamos que era un símil de los Volkswagen, aquellos “escarabajos” que existían de esa marca en Chile: chiquito, ancho y pegadito al suelo. Un crack. Los fines de los 60 fueron años de compromiso social. El Negro era un militante de acción. Mientras con el Toño discutíamos hasta quedar afónicos en las asambleas acerca del último libro de Trotsky o sobre el carácter del Estado según Lenin, el Negro la hacía cortita: nos proveía de “recursos materiales” para llevar adelante la revolución. Con una sangre fría que rayaba en la provocación, todo servía para la infra revolucionaria. Mimeógrafos, autos, dinero, armas, discos, libros y cuadros que después reducíamos con los patos malos del barrio Diez de Julio. La imaginación era fértil y para el Negro era casi una travesura.
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