Memoria colectiva... flores de paz y libertad...

107 su pecho. Con su mano buena comenzó a acariciarme el cabello y me apretó muy fuerte, mientras me decía: ”Eres un ángel, sé que se aliviará el dolor. Pero también sé que moriré”.” Ese texto me emocionó y sentí que reflejaba bien su gran calidad humana. En esas horribles circunstancias, se manifiesta esa ternura de niño tan propia del Mono”. Recuerdos del Mono /Tano. Arturo Lobato G. 66: “Conocí al admirable Hugo Ramón Martínez, el Mono para los amigos en las Humanidades del Liceo Manuel de Salas. Era muy inteligente, pero chuzo para los deportes, era un poco tieso físicamente. Por diversas circunstancias nos fuimos aproximando. Él vivía en una calle transversal a Eduardo Castillo Velasco, donde yo vivía. En esa época había una liebre que atravesaba todo Castillo Velasco, nosotros como cabros escolares no pagábamos pasaje, lo que no le gustaba nada a los micreros, que trataban de evitarnos. Con esa facilidad, el Mono y Pato, un vecino que también era del LMS, iban a mi casa para jugar ping-pong y a tomar once con un chorizo español que mi vieja freía. Yo iba con frecuencia a su casa que era la primera a la derecha en un pasaje. Jugábamos fútbol aunque no éramos los mejores. Su mamá preparaba la once con unos queques que encontrábamos exquisitos. No le conocí ninguna polola, o algo serio, pero no éramos santos, los 3 íbamos algunos fines de semana a una chacra del Pato, y nos juntábamos con las 3 M (Mónica, Miriam y María), pero en la noche todos en sus casas Nos acercamos aún más en el último año cuando estábamos en el Matemático. El Mono, con otro amigazo, Eugenio Alarcón, y yo nos sentábamos en el fondo de la clase, en el lado izquierdo en la diagonal al banco de la profe. La revolvíamos bastante. La profesora de Inglés, Raquel Varas, nos colocó el alias los Baby Face , en lo que tenía razón porque teníamos pinta de más chicos. La profesora jefe y también de Matemáticas era Pía Galasso, el de Filosofía era Vivanco, siempre

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