Memoria colectiva... flores de paz y libertad...
106 una chaqueta azul eléctrico. Me dio mucha alegría verlo y me reí de su facha. Se quedó varios días en mi casa y conversamos mucho. Salía y volvía. Estaba muy esperanzado en que “La Resistencia” agarrara fuerza para derrocar a Pinochet. Me contó que el Guatón Romo le había enviado un recado de que cuando lo pillara lo iba a matar, porque no le perdonaba que se hubiera opuesto a que entrara al MIR. Como anécdota, me preguntó por un “problema” que yo había tenido con Arturo Lobato, relacionado con una disputa entre los socialistas y miristas por el rayado de una pared que quedaba frente a la escuela, y yo había quedado enojado porque Arturo había amenazado con pegarme. Se rió y me dijo “puta que son güeones”. A mí me agarró la DINA en septiembre del 74, en marzo del 75 salí con decreto de expulsión hacia México. El Mono fue asesinado el 13 de enero del 75, pero yo vine a saberlo una vez que estuve en México. Ramón Hugo era una persona Buena, por dentro y por fuera, con su cara de niño que nunca perdió. Se apasionó con el sueño de construir una patria socialista, se dedicó de lleno a eso, y murió por ese sueño. Leyendo la sentencia del fallo del Juez Alejandro Solís, hay una declaración de Luz Arce, en ese momento colaboradora de la Dina y que era amiga del Tano, que era la chapa de Ramón Hugo, y quiso ayudarlo, aplicándole inyecciones de antibióticos y anestesia para aliviar sus dolores. En el texto Luz Arce declara lo siguiente “Fui a las “cajoneras”. En la primera estaba el “Tano”, encogido. A pesar de lo reducido del lugar me metí dentro, me puse a su lado y le dije que había conseguido autorización para colocarle una penicilina. El sonrió en cuanto me vio. Me reconoció de inmediato. Su mano derecha estaba atravesada de lado a lado por un balazo. La herida parecía invadida por algún tipo de musgo verde. Sentí muchísima pena; mientras a su lado preparaba la penicilina, le mostré un frasco adicional y le expliqué que era anestesia. Cuando le puse la inyección, le pregunté si me odiaba mucho por estar colaborando. Como pudo, estiró su brazo con la mano derecha y haciéndome un gesto para que me acercara, me abrazó muy fuerte. Lloré con mi cabeza apoyada en
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