Dossier n°10. Aproximaciones al discurso de la extrema derecha
Dossier N° 10 / Programa de Estudios Comunitarios Latinoamericanos, Universidad de Chile. 85 nacional, conservadores de los valores y tradiciones patriotas, propietarios de tierras con el derecho a decidir la explotación y cuidado de recursos, dejando en segundo lugar la histórica labor femenina, las luchas vigentes por los derechos colectivos y la abismal desigualdad en la distribución de tierras por género (Korol, 2016). Así, con la mirada fija en el progreso neoliberal, la derecha radical elabora su propaganda que construye al campo como un territorio próspero para la economía internacional, sin reparar en las relaciones productivas de explotación que sostienen el modelo exportador y el dominio de las élites transnacionales. Todo sujeto que denuncie y proteste contra tales injusticias es concebido como enemigo y obstáculo para el bienestar nacional. Como resultado, el mundo rural se articula como campo en disputa, donde la militarización, el populismo y la despolitización de sujetos son herramientas útiles de un proyecto político neocolonial que desplaza a los sujetos de sus tierras y construye subjetividades subalternas útiles para sostener y reforzar el orden hegemónico. Con ello, el Sur global es dispuesto como fuente inagotable de recursos a extraer al servicio de capitales extranjeros, siendo las comunidades locales las principalmente vulnerables a fenómenos de violencia, contaminación, inseguridad alimentaria, pobreza, discriminación, entre otros. Desde este escenario crítico y urgente, la movilización de las mujeres indígenas-campesinas se torna en la verdadera lucha por la vida, como labor reproductiva y derecho a la propia existencia. La solidaridad entre pueblos y el cultivo de vínculos comunitarios aparecen como recursos indispensables en esta resistencia a la imposición de un proyecto político que fragmenta y erosiona el entramado social. Así, reconocer y cuidar al Otro, encontrarse en las diferencias, circular los saberes ancestrales y trenzar las raíces, son prácticas que configuran un contrarrelato desde y para el Sur, en el cual se gestan otras formas legítimas de habitar el mundo y una primera apertura a la reparación de la fractura colonialista y patriarcal que despojó de la tierra los cuerpos y las mujeres del campo. Estas últimas, como portadoras de conocimiento y sembradoras de esperanza, brotan para abrirse paso ante instituciones y estructuras que buscan monopolizar y privatizar la vida a beneficio de élites que poca conciencia, o interés, tienen de las consecuencias tras su proyecto. Finalmente, la revitalización de la cultura indigena-campesina converge en una disputa evidente con las distinciones modernas que han construido y colonizado nuestro mundo, y que se renuevan para reforzar su dominio. Se trata entonces de una lucha por la reorganización de la vida y la subjetividad campesina con un carácter político claro y consistente, demandas y proyectos colectivos por el buen vivir que habitan en las prácticas comunitarias y resisten a la
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