Decolonialidad y comunidades posibles
76 (Garcés, 2019). Se critica la modernidad por cuanto esta se sostiene gracias a la desigualdad, a la exclusión. Por lo tanto, el derrumbe de esos pilares que refieren a relaciones sociales desequilibradas, pone sobre la mesa una realidad de fondo que se abre a la construcción de una sociedad basada en relaciones sociales inclusivas, donde todas y todos tienen cabida, donde pueden reinar todos los mundos posibles y el punto, más que hablar de quien, migrante o no, es cómo generar las condiciones, las estructuras que conduzcan hacia una sana convivencia, para hacer real una significativa coexistencia. Falta agregar que esta convivencia, no es solamente pensar en cómo nos acomodamos unos a otros, sino observar que la realidad se enriquece, que las dimensiones de la realidad se multiplican, los hechos se densifican, que ese espacio de coexistencia genera las condiciones para una explosión de colores, de matices, de otras y múltiples verdades, etc. En definitiva, el intercambio pluricultural permite abrir una ventana hacia una multirealidad (Rozas, 2022). De allí, entonces, el planteamiento de la necesidad de generar una nueva sociedad, imposible de construir sin los migrantes, dado que un actor fundamental de estas “sociedades otras” son los migrantes. Políticas de identidad para una nueva sociedad Dentro de las políticas sociales se encuentran las de identidad. Fueron un avance de Kymlicka (1996) y de Taylor (1993) entre otros, canadienses que derivaron en las políticas de reconocimiento. Todo un campo que se aleja de aquellas centradas en la pobreza y en el desarrollo social con fines de integración de la población sufriente al mercado, para transitar hacia comprender que ciertas poblaciones, más que pobres, requieren ser reconocidas como diferentes. Diferentes porque tienen otras culturas o han realizado otra opción como estilo de vida, pero lo que fundamentalmente requiere el diferente es ser aceptado como otro, ser visto y ser mirado como otro (Matus, 2011). Requiere que el interlocutor válido acepte la presencia de un otro que tiene diversas características. Luego, pasar a la fase en que este otro no está allí para ser transformado ni corregido y, finalmente, ordenado y acoplado al modelo social dominante o encajado en el funcionamiento del sistema, sino reconocer que el diferente vive también de manera distinta, con otras necesidades, otros ritmos y, principalmente, otros objetivos que no necesariamente reman en la misma dirección productiva o social de la estructura dominante.
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