Decolonialidad y comunidades posibles
46 deben recorrer y que sólo aquellos más capaces podrán llegar a la cúspide. De modo que la tarea es transitar o recorrer esta escala de abajo hacia arriba para llegar al éxito. La crítica que hace lo colectivo apunta a señalar, que “lo social” desde esa modernidad inicial se define como una sociedad de competencia entre individuos, como una sociedad donde están los mejores y los incapaces, una sociedad de perdedores y ganadores donde el elemento esencial de “lo social” es la desigualdad (Bannister, sobre Spencer y la teoría del Darwinismo Social, 1989). Las sociedades serían inequitativas por naturaleza, la desigualdad sería consustancial al ser humano, sería la naturaleza social de la humanidad, por cuanto el triunfo lo puede desarrollar sólo el individuo. Para ello su condición es ser libre, disponer de la razón y tener la voluntad de llevar adelante sus proyectos. Si no lo hace, ello es producto de sus malas decisiones, pues es libre de hacer sus propias opciones. Asumir la idea de la importancia de lo individual como el elemento central, conforma así un proyecto de sociedad. Es el factor fundamental del paradigma de la modernidad primaria. La sociedad individualista es una visión de mundo, es una matriz, una estructura que condiciona la vida, implica una definición de lo social, de lo político, de lo cultural. Entonces, a partir de las críticas a este tipo de sociedad, a esta estructura social, a estas condiciones que se ofrece a las personas, es que se elabora lo colectivo. La producción de lo colectivo no ha sido un diseño de los grupos de poder que promueven la modernidad. Fuera de allí, para ellos, existe la masa de población dispersa, sometida al arbitrio de los designios de estos grupos de poder. Esto fue lo que ocurrió en América Latina durante el siglo XIX hasta los albores del siglo XX. En ese periodo límite, en el caso de Chile como en otras partes de continente, se da curso a presiones por parte de distintos tipos de comunidades y de poblaciones que de alguna forma se encontraban vinculadas a procesos productivos preindustriales. Se dio inicio a la conformación en ciernes de lo colectivo (Mariátegui, 1928). Ello llevó a la conformación de las primeras organizaciones colectivas, las mancomunales, cuya expresión estaba basada en la solidaridad y en formas de auto ayuda frente a situaciones de desmedro laboral (Grez, 1997). Pero, prontamente, ya una vez iniciado el siglo XX, comienzan a formarse colectivos con un grado de organización mayor definidos en función de exigir a los nuevos empresarios y a los nuevos procesos de industrialización, satisfacer las demandas de estas poblaciones. Lo mismo ocurre en países cuyo quehacer industrial no aparece tan prontamente y, más bien, se vive un tipo de producción asociado, principalmente, al mundo agrícola. Pero, a diferencia de los
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