Decolonialidad y comunidades posibles

38 I. Relación de lo colectivo con lo comunitario Sin duda hay una relación entre lo colectivo y lo comunitario. Quienes forman parte de lo colectivo, la cooperativa, como decíamos, es una comunidad o varias comunidades y, eventualmente, personas independientes. De manera que no es posible entender lo colectivo sin lo comunitario. Así, la cooperativa es representativa de lo comunitario y es una extensión de ella, es una forma de ella misma, modificada y acomodada a las formas exigidas por el Estado. Es un desgaje de la comunidad o de varias comunidades, perfilada, pulida, reestructurada, readaptada a una arquitectura que permite la comprensión, la interacción y una acción válida, en las relaciones con el Estado. Una comunidad incluso puede tener varias cooperativas y otras distintas organizaciones que cumplen funciones de vínculo con la institucionalidad. Pero la comunidad no es ese tipo de colectivo, como una cooperativa o una junta de vecinos, sino que es la médula, es la materia prima de una población que se encuentra en un territorio que conoce y que muchas veces se funde en él. No es de un solo lugar, tal vez podríamos decir que es de una región por la cual circula la comunidad recorriendo diversos lugares, a los cuales pertenece, ya sea a uno de ellos y a todos al mismo tiempo. Porque las comunidades son principalmente migratorias y no están estabilizadas en un solo lugar y aún, más que definir un lugar, se refieren a un territorio, el cual no sólo es un espacio geográfico, con todas sus características materiales, ríos, riveras, cerros o bosques, sino que ese territorio tiene una forma dada por la comunidad que escapa lo geográfico. Puede abarcar lugares sagrados, lugares de caza y de pesca, lugar de viviendas, de ritos, de muerte o lugares prohibidos. Esto es importante, pues las comunidades tienen una dinámica, un movimiento, una reconstitución permanente, de acuerdo a las contingencias y cambios en el clima, momentos de hambre o de abundancia. Como asimismo momentos de encuentro con otras comunidades. Todo ello hace que las comunidades circulen por un espacio amplio de lugares (Sánchez y Almeida, 2005). Esta situación se hace muy evidente al momento en que se constituyen los países, particularmente cuando hablamos de América Latina. Pues, luego de las independencias y de la constitución de las colonias, pero, particularmente durante la independencia, la gran empresa de los criollos fue constituir sociedades, países. Y ello los llevó a definir un lugar de instalación del país, definir un espacio fijo (Segato, 2007), el cual debería ser establecido mediante límites de inicio y límites de término, es decir, con cercos o fronteras que indicaran las líneas divisorias de los territorios correspondientes a uno u otro país. Y en este complejo proceso, no fue contemplando la opinión de

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