Decolonialidad y comunidades posibles
31 una cultura, un territorio, una sensibilidad, una historia compartida, una visión del futuro con proyectos, esperanzas y temores. La comunidad así entendida es la forma más originaria y fundamental de subjetividad, aquella que subyace a todas las demás, aquella en la que se ha gestado nuestra humanidad, aquella que nadie conoce y recuerda tan bien como los llamados “indígenas” que han sabido resistir a su disolución en el individualismo. Los pueblos originarios nos muestran cuán vigente y relevante es la distinción tajante que Ferdinand Tönnies (1887/2002) traza entre la comunidad orgánica y sustancial, como forma de subjetividad, y la sociedad compuesta de individuos atomizados, agregados y asociados o exteriormente relacionados. La psicología social tan sólo es capaz de concebir esta sociedad, ignorándolo todo sobre la comunidad, lo que explica el surgimiento de ciertas perspectivas no-individualistas de la psicología comunitaria latinoamericana. Estas perspectivas llegan a menudo, sin quererlo, a los mismos descubrimientos a lo que nos conduce la psicología colectiva, como la afectividad grupal o la memoria colectiva en la que Maurice Halbwachs (1925, 1950/1997) revela eso a veces inconsciente que sólo podemos recordar colectivamente a través de rituales, conmemoraciones, costumbres, instituciones y otras prácticas colectivas. El reflejo y lo reflejado Las psicologías colectiva, comunitaria, política y de clase vuelven nuestra atención hacia la subjetividad supraindividual y transindividual olvidada por la psicología social dominante. Esta psicología se especializa en objetos individuales asociados mientras que las mencionadas alternativas intentan recobrar la inmensidad subjetiva que no cabe dentro de ninguna esfera individual. Más allá de la individualidad en la que se ha confinado la psicología social, tenemos nuestra colectividad, nuestra comunidad y nuestras fuerzas políticas y de clase. Lo que tenemos, lo que no ve la psicología social, es también aquello en lo que radica nuestra fuerza contra los poderes que nos oprimen, entre ellos el del capital. Contra estos poderes, nuestra fuerza radica precisamente en lo soslayado por la psicología social. Esta psicología, parafraseando a Max Hokheimer y Theodor Adorno (1947/1998), es la ciencia del sujeto mutilado, contraído, sumido en la impotencia, en la individualidad, en la objetividad. El sujeto de la psicología social, el individuo que ni siquiera es un sujeto, no deja de ser el reflejo fiel de aquello a lo que se nos ha reducido en el capitalismo. El problema está sobre todo en el sistema
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