Decolonialidad y comunidades posibles
27 Individualismo moderno, burgués, psicológico El sujeto de la modernidad es el individuo que hace eclosión en el siglo XVI, floreciendo estéticamente en el Renacimiento, éticamente en la Reforma, filosóficamente en el Humanismo, políticamente en el Colonialismo y económicamente en la fase mercantil del capitalismo. Este individuo se convertirá en el ciudadano del Estado Moderno. Es el burgués egoísta y mezquino, el capitalista ávido e insaciable, pero también el genio de la ciencia y del arte, el espíritu ilustrado y progresista, el dirigente popular carismático, el revolucionario que lucha por libertad e igualdad jurídica, el sujeto de la democracia liberal, el votante y el titular de los derechos del hombre. El individuo al que me refiero es el homo oeconomicus de la economía política liberal criticada por Marx (1844/1997, 1867/2008). Es también el homo psychologicus de la psiquiatría y la psicología de las que se distancia Freud (1895a/1998a, 1895b/1998b). Este individuo es, de hecho, el único sujeto concebido como tal por el saber psicológico: un sujeto impotente y por eso mismo objetivable, reductible a objeto de la ciencia, del poder y del capital. Si el sujeto puede reducirse a no ser más que objeto, es porque primeramente fue triturado, pulverizado, atomizado y así convertido en una partícula individual. Esta partícula impotente, como bien lo notara György Lukács (1923/1985) en su tiempo, carece de la capacidad para ejercer plenamente funciones subjetivas esenciales como la conciencia, la voluntad, la decisión y la actividad libre y transformadora. Tales funciones han sido acaparadas por las entidades ideológicas todopoderosas que han subsumido la fuerza colectiva y que han conseguido así usurpar la posición del sujeto en la civilización occidental, primero Dios, luego el Estado y ahora el Capital. El capital y los individuos En el mundo moderno, el Capital va imponiéndose como el único sujeto a medida que se apodera de la colectividad, la descompone en sus elementos individuales y reduce estos elementos a la condición de objetos (ver Marx, 1858/2009, 1863/1980, 1867/2008). Los individuos terminan operando como simples títeres, como prolongaciones, como apéndices del capital que los mueve según su voluntad. Los individuos son así los objetos del único sujeto, del Capital que desempeña un papel subjetivo al organizar la sociedad, al determinar gustos y deseos, al guiar las decisiones más trascendentes para la humanidad, al poner y deponer gobiernos, al circular con libertad y al tener todos los demás derechos de los que están desprovistos los individuos.
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