Decolonialidad y comunidades posibles
221 español y portugués, por una parte, y por otra, la resistencia del mundo indígena en una primera etapa y luego, también del mundo afro que llegó a América. Lo que estaba en juego eran rupturas políticas, sociales, religiosas y un proceso de colonización que no sólo significó dominar las distintas formas de lenguaje y colonizarlas, sino también un proceso de colonización de la memoria (Mignolo, 1992) mediante la borradura de la visualidad y la oralidad pre-hispánica y la imposición de la escritura alfabética como lenguaje privilegiado o la reutilización de soportes conocidos con nuevos contenidos. Así ocurrió con la música, por ejemplo, que fue utilizada especialmente por los jesuitas para evangelizar y por los españoles como proyecto para imponer el poder monárquico o con la pintura desplegada por los franciscanos. La escritura alfabética y el idioma castellano, no obstante, fueron utilizados como sistema de unificación (la gramática de Nebrija) y proyecto impositivo de hispanización y evangelización. En este campo, no obstante, se suman otras formas comunicativas como la cartografía, que opera también como dominación. La evidencia de la dominación se manifiesta fuertemente en México fundamentalmente con la disminución demográfica extrema (Gruzinski, 1991), mientras que también es posible identificarla en documentos, cartas, crónicas, mapas y otros dispositivos significantes españoles que explicitan el poder impuesto por la ideología y la religión. Un ejemplo claro de ello son los procesos de extirpación de idolatría impuestos por Toledo en Perú, que prohibieron la circulación de objetos y lenguajes que pudiesen parecer amenazantes para el dominio (Cornejo Polar, 2003; Cummins, 2004). Hubo una imposición de la concepción del espacio, por ejemplo, que establecía un centro móvil del mundo, de acuerdo a los intereses del sujeto que construía el mapa (Mignolo, 1992), pero, sobre todo, impuso una discursividad sobre el nuevo mundo desde lo colonial, estableciendo una relación de dominio entre centro y periferia. Una serie de motivos se construyen en las imágenes sobre América en distintos formatos (grabados, textos escritos como cartas de descubridores y conquistadores, que luego fueron ilustradas) que van constituyendo el relato de la dominación. Figuras arquetípicas, alegorías, apuntan a situar al rey y al cristianismo como motores del mundo y a representar al indígena en una calidad de inferioridad, minusvalía e incluso brutalidad (la imagen del canibalismo, el desnudo). A ello se suma la escritura colonial, los textos construidos con la lógica escritural del momento como las crónicas de indias o cartas que tenían sus propias reglas discursivas, distinguiéndose el código de la retórica como dominante.
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