Decolonialidad y comunidades posibles

194 vistas como parte de la naturaleza. Desde esta posición primaria, la enfermedad es una dinámica que pertenece a la vida. En esa dirección, lo que hoy entendemos por enfermedad se localiza en una falla del cuerpo en un lugar específico, que mediante una curación puede sanar. No obstante, desde la cultura popular, la enfermedad es mucho más que eso y, más bien, es comprendida como parte del funcionamiento social (Leighton, 2010). De modo que la enfermedad es un síntoma de una falla en el entorno del paciente, sea este la familia, el trabajo, la sociedad toda o incluso acciones del mismo individuo que adolecen de coherencia. Por lo tanto, la cura, desde lo popular y desde lo comunitario, no va sólo hacia la enfermedad, sino hacia esas otras dimensiones del espacio social. Por otro lado, la cura no es ejecutada por una persona, conocedora del tema, sino por todos, incluso el mismo enfermo. En cierta forma es una cura colectiva. Hay una dimensión del enfermo que no sólo es biológica, sino también psicológica, es decir, tanto emocional como identitaria y todas las áreas que de allí se derivan. Nuevamente la acción curativa aborda no sólo lo biológico, sino el conjunto de recursos y áreas que conforman el individuo. Hoy muchas veces el modo de enfrentar la enfermedad es mediante la ingestión de algún medicamento que la resuelva lo más pronto posible, de manera de reintegrarse y no perder tiempo. Lo importante es salir de la enfermedad porque esta es concebida como un estorbo. Sin embargo, en el sector popular, estar enfermo no es visto como una pérdida de tiempo, sino más bien como una necesaria pausa, que no se acelera con medicamentos de rápida acción, sino con infusiones o hierbas, que permiten reposar y mantener la pausa que el cuerpo requiera (Leighton, 2010). Este espacio de respiro permite una atmósfera de calma al ritmo vertiginoso del quehacer, que posibilita aquilatar lo que está pasando. Esta situación de pausa da chance al enfermo de reconsiderar su realidad y, probablemente, asumir su retorno con un nuevo enfoque; lo mismo pasa con la familia. Entonces, la enfermedad es un alto en el camino, es tiempo de reconsideración, de reflexión. Cuestión que, sin duda, impacta en el cuerpo del enfermo, permitiéndole alcanzar estabilidad y darse la oportunidad de un nuevo recomienzo en la vida laboral como en otras áreas. Se busca no sólo la salud del enfermo, sino la salud del sistema. La presencia del enfermo significa que algo está fallando en el entorno, lo que requiere, asimismo, algún tipo de reparación o cambio en espacios mayores, lo que puede derivar en situaciones más complejas como un cambio de vivienda, de ciudad o de trabajo, como igualmente una reestructuración en los roles de la familia. Lo que importa es la relación enfermo-sistema, el funcionamiento de las redes de relación que,

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