Decolonialidad y comunidades posibles
191 que se supone, inicialmente, es de administrar los medicamentos para el enfermo y la limpieza de las heridas, no obstante, termina finalmente controlando todo el mundo del paciente. En esa dinámica comienza a establecerse una relación simbiótica en la que uno no es sin la presencia del otro. Ser cuidador/a requiere la presencia de un enfermo y un enfermo completa su calidad de tal cuando dispone de un cuidador. Más aún, en esta relación se produce un desbalance completo en que el cuidador es activo y el enfermo es pasivo. Lo que se está señalando aquí es una cuestión cultural (de la modernidad), es decir, estos patrones de comportamiento se transmiten en la socialización de las familias y personas. De modo que, en todos los núcleos familiares, en general, está presente la disposición a cumplir estos roles en el momento en que es necesario. Es probable que estos roles no estén tan establecidos en los sectores populares, quienes de una u otra forma están más cercanos a la vida campesina o a poblaciones originarias del territorio, a diferencia de personas pertenecientes a poblaciones de situación económica más elevada, quienes se acercan más a la idea de enviar a los pacientes a ser cuidados por una institución. Esto marca también el modo de cuidado de los enfermos, es decir, por un lado, el enfermo debe ser cuidado en casa por algún familiar o, por otro, debe ser cuidado fuera de la casa por una institución y por personas ajenas a la familia. De alguna manera el esquema médico institucional también influye en esta matriz cultural. Este pone acento en la dimensión biológica de la enfermedad, lo que deriva en observar al enfermo como una persona desvalida en su voluntad y sus habilidades relacionales, dada la presencia de un daño biológico. El concepto de enfermo adquiere la máxima expresión en el sentido que la enfermedad anula a la persona y avanza en transformar al sujeto en un objeto. Por ello, el/la cuidador/a ya formateado por la cultura moderna y condicionado por la familia, se encuentra reforzado en su calidad de tal por el sistema, el cual repite la matriz médico-paciente en la relación cuidador/a paciente. 3. La enfermedad del cuidador/a: identificación extrema El/la cuidador/a, como toda persona, desarrolla una identidad en relación a su proyecto de vida. No obstante, al momento que es derivado a cambiar de rol social, es impelido a abandonar y descuidar su dimensión social-laboral, para transformarse en cuidador/a. Su instalación en la sociedad, en la
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