Decolonialidad y comunidades posibles

161 al otro lado. Es una revolución de la dimensión ontológica de nuestra realidad. Esta revolución rompe con la propiedad, con su acumulación, y todo lo que conlleva, asociada a un lugar físico como un territorio, un país y luego a la ciudad, a la familia, a la casa y su dueño, a una personalidad individual, a un yo, a todos aquellos elementos fijos y estables. Esta redefinición social estaba comenzando a construir otro mundo. Según Judith Butler (1990), las reivindicaciones feministas son exigencias muy importantes, pero pudieran parecer no lo suficientemente poderosas para producir una fractura o un rediseño de la modernidad. Sin embargo, dado como se han producido los hechos durante el siglo XX, el feminismo efectivamente ha dado curso a una nueva concepción de lo social y, con ello, al inicio de un nuevo proyecto de sociedad. Profundizando, como ejemplo, sólo en uno de estos factores, la diversidad sexual, a través del movimiento gay, LGTBIQA+, quita el piso a la idea clásica de la familia y se abre a un concepto diferente de pareja y de descendencia, con un concepto de sexualidad que deja atrás el determinismo biológico. Una pareja hoy puede constituirse sobre bases emocionales y culturales. La propuesta de la diversidad sexual clarifica la enorme atadura que ha urdido la modernidad para sostener sus sociedades en base al determinismo biológico, célula básica de todo el sistema social, que en su concepción obliga y empuja un discurso de la extrema derecha orientado a la conformación de una sociedad no construida culturalmente. Lo que lleva (desquiciadamente) a la idea de que la sociedad está conformada de modo “natural” con diferencias sociales donde unos son privilegiados y otros no. Una realidad biológica casi determinada genéticamente, frente a la cual no cabe un cuestionamiento y resultaría inconcebible pensar en una estructura social distinta. Las sociedades alternativas serían sólo una fantasía, pues la única salida posible, es la que ya está determinada por la naturaleza. Así lo sugieren, aunque no explícitamente, autores como Pankaj Mehta (2014), Kayser (2015) y Caicedo (2016). Así, surge uno de los soportes del discurso de la extrema derecha como respuesta a los movimientos sociales: la familia, “célula básica de la sociedad”, que hoy se ha transformado en la “célula madre”. Volver a las células madres sería el rescate de nuestra esencia, validar los elementos puros, que se encontrarían en el centro inamovible de nuestra existencia. El mismo concepto de madre, como un ser que da origen a la vida. Su existencia es una realidad mágica, sin discusión, dado que es desde allí donde venimos. Criticar estos fundamentos sería ir en contra de lo propio, lo más íntimo.

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