Decolonialidad y comunidades posibles

160 modo que la propiedad privada, la herencia y el control del territorio se trasmite de generación en generación a través de la acción del hombre como el único autorizado para ello. Sin embargo, y he aquí la tragedia para la derecha, todo este proceso sufre una implosión, un estallido desde dentro. En distintos momentos del siglo XX y, especialmente, en estos primeros años del siglo XXI, han surgido elementos críticos que perforan la propuesta moderna y ellos están radicados en el feminismo, la diversidad sexual, los movimientos afrodescendientes, indígenas y medioambientalistas, entre otros, llamados también movimientos por la identidad, que exigen la conformación de otro paradigma social. Todas estas son nuevas definiciones del mundo que, al ser planteadas desde una perspectiva alternativa, ponen a la modernidad y a la derecha en conflicto. Pero también las reivindicaciones de los movimientos por la identidad han marcado una demanda totalmente distinta a las desarrolladas en el pasado reciente por el proyecto progresista. Ya no se trataba de igualar o de una redistribución, de más impuestos, ya no era una regulación del monopolio económico. Lo que estaba ocurriendo era un desafío al tipo de relaciones sociales tradicionales basadas en la impronta del patriarcado, en la experticia, en la fábula de los apellidos, en la valorización uni-cultural europea y norteamericana, en el proyecto consumista individualista y exitista, en el capacitismo heteronormativo (Mcruer, 2021), en la inteligencia añadida sólo a los varones y a las clases blancas, basado en un concepto racista de la conformación social. Lo que estaba ocurriendo, era un ataque al alma de proyecto de la derecha y de la modernidad. La derecha y su más reciente expresión, la extrema derecha, percibieron la crisis vital que estaba comenzando a vivirse con el ascenso de estos nuevos movimientos sociales. Por cuanto, la situación no se trataba de una lucha por un botín, del cual día a día perdían una parte, sino que elementos fundamentales de la esencia de su sociedad estaban poniéndose en cuestión. Estaba apareciendo en el horizonte un nuevo diseño social inimaginable como realidad, cuyos parámetros no son comprensibles para ese antiguo poder ni para muchos, más allá de la derecha. Entre otros protagonistas, la propuesta feminista y sus derivaciones es un rediseño del mundo y, visto desde cierta distancia, es una revolución social. Pareciera que no es así, porque estamos acostumbrados a que un proceso de tal magnitud es producto de una confrontación, con altos niveles de violencia. Sin embargo, esta revolución social es distinta, dado que la lucha está definida de otra manera. No se trata de una batalla de un grupo contra otro, sino de un cambio de piel ocurrido en nosotros mismos, es una metamorfosis en la misma libélula, metafóricamente es como una conversión propia de una religión a otra, es entrar en un agujero negro, sin saber cómo se saldrá

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