Decolonialidad y comunidades posibles
123 Segunda premisa. La transmodernidad no es sinónimo de anquilosamiento (premodernidad). La resistencia y la lucha contra ciertos fenómenos de “lo moderno”, no se debe traducir en un quedarse rezagados en la historia o en un regreso involutivo. La fidelidad a las tradiciones no tiene por qué significar estancamiento. Por sólo mostrar un ejemplo, el proyecto transmoderno no ignora los avances científicos y tecnológicos de Occidente; por el contrario, los integra y los pone al servicio de toda la humanidad, no sólo de unos pocos. Tercera premisa. La transmodernidad se construye desde un intercambio discursivo o diálogo crítico Sur-Sur y Sur-Norte. Persistentemente, se busca el consenso entre los oprimidos, sin descartar el diálogo con los opresores (la violencia o praxis de liberación, siempre será el último recurso, nunca deseable). El diálogo tiene que cimentarse en la crítica a la explotación y exclusión, a la negación y victimización, generadas tanto por la cultura occidental, imperialista y hegemónica, como aquellas resultantes de las prácticas de cada comunidad cultural particular. Es importante reconocer que todas las culturas, inevitablemente, producen víctimas, por lo que es fundamental abordar esta problemática sin sesgos y de manera amplia y reflexiva. Cuarta premisa. La transmodernidad supone una postura antihegemónica y decolonial. Esto implica el surgimiento y fortalecimiento de las organizaciones y los movimientos sociales, populares, comunitarios, étnicos y culturales; de todos los procesos que reivindican la vida, la dignidad, la solidaridad y la diversidad, frente a la cultura dominante (moderna y occidental) y que, desde diversas trincheras, luchan cotidiana y frontalmente contra el neoliberalismo global, aquel que procura uniformizar u homogeneizar el mundo, enarbolando el lema: ¡asimilación o extinción! Quinta premisa . La transmodernidad tiene sus propios hacedores. Los protagonistas de esta empresa libertaria no son las élites intelectuales, menos los privilegiados de siempre; tampoco es la vanguardia proletaria la convocada. Son las víctimas, tanto de la cultura y la modernidad occidental, como de sus propias culturas, sus constructores. La transmodernidad se teje con las manos de las y los condenados de la tierra, los nadie y ninguneados, los empobrecidos y murientes, el pueblo todo. En conclusión, la transmodernidad, como un proyecto global de liberación, proyecta el siglo XXI como una era multipolar, lo que implica la descentralización de las potencias del sistema-mundo y la superación de la hegemonía de la actual globalización capitalista y su cultura, que se caracteriza por ser individualista, aséptica y negadora de la corporalidad. En resumen, la transmodernidad aboga por lo plural, lo híbrido, lo heterogéneo y una forma de democracia radical, más allá del liberalismo. Busca gestionar otro mundo posible, justo y solidario. La transmodernidad es un
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=