Decolonialidad y comunidades posibles

116 Ahora bien, la consolidación de este diálogo intercultural transmoderno, en la perspectiva de Dussel (2006b), supone varias etapas, algunas de éstas ya registradas como estadios diacrónicos, necesarias de retomar. Dichas fases son: la afirmación de la exterioridad, la crítica y autocrítica de la propia tradición, las estrategias de resistencia, el diálogo intercultural entre los críticos de la misma cultura y la estrategia de crecimiento liberador transmoderno. Se exponen a continuación, de forma sucinta, cada una de ellas. Primero, la afirmación de la exterioridad despreciada. Esta etapa inicial hace alusión a las dos hipótesis registradas antes y se puede traducir, claramente, como la reconstrucción del legado de los diversos pueblos o el afianzamiento de la identidad. Pero la autoafirmación no debe darse comenzando en una lógica fundamentalista, esencialista o etnocéntrica, tampoco a partir de un horizonte liberal u occidentalista y menos desde un radicalismo de izquierda centrado exclusivamente en el plano economicista. Posturas que, más allá de las aperturas al Otro(a), se cierran y se expresan violentamente. Se requiere una autovaloración de lo propio o “afirmación autovaliosa”, que no subvalore o sobrevalore (lo interno o externo); sencillamente, que valore todo en la ju sta medida. “Ni negación de la tradición; ni sustancializar la eternidad inexistente de una tradición a la que debería retornarse; sino la creación dialéctico-analógica de una nueva totalidad que tome de la tradición lo mejor, lo esencial y que innove en u na nueva totalidad distinta” (Dussel, 2017, p. 97). Segundo, la crítica o autocrítica de la propia tradición. La afirmación auto valiosa anterior pasa por la desustancialización de lo cultural, y ésta es fruto de la crítica soportada en los presupuestos de la propia cultura, pero también de otras (incluida la modernidad). Aquí, construir implica deconstruir y subsumir, pues las tradiciones no son sustancias inmutables. Cada comunidad de cultura debe reconocer y resaltar su potencialidad (lo positivo) y al tiempo evaluar críticamente y desechar lo perjudicial (lo negativo). Además, de forma simultánea, recoger de otros pueblos lo que le puede ser valioso en su configuración constante. Tercero, las estrategias de resistencia. Dussel (2003) inicia esta parte asegurando que para resistir es necesario madurar. La afirmación de los propios valores exige tiempo, estudio, reflexión, retorno a los textos o los símbolos y mitos constitutivos de la propia cultura, antes o al menos al mismo tiempo que el dominio de los textos de la cultura moderna hegemónica (p. 22). En ese sentido, la resistencia debe tener un sustento. No se puede caer en una llana e insustancial reacción, en un activismo ciego y sin fundamento. La resistencia cultural tiene que partir de la

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