Decolonialidad y comunidades posibles

107 revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual. Los indígenas, desde el desembarco de los europeos, han ido pereciendo al soplo de la actividad europea. En los animales mismos se advierte igual inferioridad que en los hombres […]. Estos pueblos d e débil cultura perecen cuando entran en contacto con pueblos de cultura superior y más intensa […]. En la naturaleza europea no se destaca, pues, ningún tipo singular, como los que se destacan en los demás continentes. Por eso el hombre europeo es el más universal (pp., 308, 298, 281, 266, 304). Es indudable, en esta exégesis de la “Historia universal”, que quedan fuera de la senda, trasegada por el Espíritu, demasiados pueblos, muchas naciones e incontables historias. Entonces, no es tan cosmopolita tal historia, es eurocéntrica, y eso es muy distinto. África es eliminada del proceso. Sólo la presencia (la invasión) de Europa posibilita que aquel territorio sin historia, estancado y abandonado por el resto del mundo, desprovisto de progreso cultural y desarrollo económico propio, incivilizado y bárbaro, pueda conocer la luz, a modo de apéndice del centro. Algo similar sucede con América (Latina). Al estar ubicada al oeste del Atlántico, en lugar de al este del Extremo Oriente, América es excluida de la narrativa histórica lineal de Europa. Se la percibe como rudimentaria, tanto en sus aspectos estéticos, culturales, políticos y sociales, como en su entorno natural. Se considera que su inmadurez es completa, incluso en términos físicos, donde se sugiere que incluso los vegetales y “los animales son más primitivos, brutales” o degenerados en comparación con otras regiones (Dussel, 1992, p. 16). Pero Hegel va más allá de sustraer de la Historia Universal a Asia, África y América. Según su lectura, sur (España y Portugal) y noreste (Polonia y Rusia) europeos son descartados de la ruta y fin de la historia. De esta manera, el porvenir es el noroeste de Europa, lo que significa que el espíritu absoluto será germánico. Es el mundo germánico, incluidas Gran Bretaña, Holanda y Escandinavia, el que personifica el “Espíritu del Nuevo Mundo cuyo fin es la realización de la verdad absoluta, como autodeterminación infinita de la libertad, que tiene por contenido su propia forma absoluta” (Dussel, 1992, p. 18). En la perspectiva de Hegel (2005), Europa es la portadora absoluta del perfeccionamiento del Espíritu universal. De esta manera, es la población imperiosa y avasalladora, ante el cual las otras naciones no poseen derecho alguno y, por el contrario, deberán someterse sin ningún cuestionamiento. Ya se señaló que los planteamientos del filósofo alemán representan la mejor exposición del eurocentrismo. Pero, indica Dussel (1992), también de “la sacralización misma del poder imperial del Norte o el Centro, sobre el Sur, la Periferia, el antiguo mundo colonial y dependiente” (p.20). Dicho eurocentrismo, respaldado en el mito moderno, se fundamenta en la autodefinición de Europa como una civilización superior y dominante ante el mundo. Esto conlleva

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