QUIPOema
q. 30 Otoño Primero intenté atrapar la primavera, pero los pétalos se descomponían. Las hojas de los árboles, en cambio, resistían. Quise guardarlas antes de que las barrieran o quemaran, no por un afán de eternización, sino como un acto descabellado. Así, varios millones de años después de la creación del otoño y poco años después de la creación de la bolsa plástica, decidí guardar el otoño dentro de una bolsa. La conciencia de la propia muerte trae una nueva visión del tiempo. Una obra dedicada al gozo quiere hacer sentir la urgencia del presente, que es la urgencia de la revolución. En junio de 1971 llené de hojas de árboles la sala Forestal del Museo de Bellas Artes de Santiago. Reuní las hojas con la ayuda de los jardineros de los parques. Grandes camiones las trajeron al museo. Mi madre y yo las empujamos dentro de la sala, que lucía como un mar café. Al fondo de la sala el texto «Diario de otoño», narraba la obra al revés, empezando por el último día. Dedicada a la construcción del socialismo en Chile, el «Otoño» duró tres días.
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