QUIPOema
q. 148 los objetos acumulados. Muchas veces ha usado un palo para llenar la playa de líneas, círculos y espirales. Al recoger de la playa los desechos arrojados por el mar, ella reconoce el valor inherente de los materiales descartados que están en el suelo y los pone de pie. Su deseo de ordenar las cosas es una especie de respuesta a su lenguaje: basura/lenguaje, en el sentido de que la basura tiene potencial e impulso significante que le dan nueva tensión al sig- nificante. Pero sin importar el orden que haya creado, el viento y las largas olas que ruedan hacia la arena borraron su obra Con cón junto con la marea alta. Así, desde mediados de los años sesenta, Vicuña produce precarios , que consisten en pequeños ensamblajes multicolores de materiales hallados: fragmentos de madera, plumas, piedras, pedazos de plástico, hierbas, palitos delgados, alambres, conchas, huesos e hilo. Cada obra se compone de forma que cada material sostiene a otro creando un equilibrio. Y, aunque carecen de toda simetría, cada estructura se sostiene de pie en un frágil estado de equilibrio suspendido. Vicuña dice de sus basuritas : «Estamos hechos de desechos y seremos desechados, dicen los objetos. Son tan precarios que no dejarán ninguna huella en la historia. La historia del arte escrita en el norte global no incluye nada del sur. Por lo tanto, hablan orando, precariamente». Comparados con el land art de Nancy Holt o Richard Long, los trabajos en tierra de Cecilia Vicuña difieren no solo en su relación con el medioam- biente y el cuerpo, sino también en su difusión del conocimiento. En con- traste a la percepción de Vicuña, estos artistas escenifican un paisaje a ser colonizado por el espectador para exaltar el yo e invocar la fascinación por el sublime otro, como razón para destruirlo. «En la obra de Richard Long el cuerpo está ausente, aunque ahí esté implicada una consciencia sin cuerpo, una fantasía romántica primitivista de la naturaleza virgen proyectada sin importar dónde en el mundo por un ojo observador que goza de un aisla- miento soberano: residuos de la mentalidad colonial». Nuevamente, en el caso de Vicuña, el trabajo en tierra no trata sobre la aparición, sino sobre la desaparición. Y en Chile los desaparecidos por la Junta Militar durante los setenta tienen un cuerpo. Por esta razón, Vicuña dibujó en la arena, en su primera visita a Chile desde el exilio, la obra Tunquén (1981), con colores de pigmentos que presentan el encuentro del sol y los huesos, de la vida y la muerte. Por su nombre. Entre 1966 y 1972, Cecilia Vicuña solía realizar su práctica artística en las calles de Santiago de Chile, donde hizo varios even-
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