Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet
94 El profesor siguió gritando un buen rato después de que el sonido de sus pasos se perdió en la lejanía. Cuando se detuvo, recuperando el aliento con las manos temblorosas, el silencio lo atemorizó. Volvió a la oficina, en angustiosa búsqueda de la botella, pero la encontró vacía. Cuando vio la mancha de whisky derra- mado sobre la mesa, que empezaba a gotear sobre la alfombra, una sensación de fatalidad le atenazó la garganta. Entonces se apresuró hacia la ventana, intentando desesperadamente ver hacia la reja de la entrada, que se adivinaba apenas en la oscuri- dad. Se quedó así un buen rato, temiendo haberla perdido. Pero alcanzó a verla pasar. La vio pasar, probablemente desconocedora y seguramente indiferente ante el hecho de que él la miraba. La vio salir, joven y bella, caminando con elegancia, fuera de la universidad y fuera de su vida. La vio perderse tras el muro, irse lejos, muy lejos de donde él estaba. Y él se quedó allí, apoyando la frente contra el cristal helado, imaginándola volver una y otra vez, desesperado por retenerla, pero desprovisto de un hilo dorado con el que ir a buscarla.
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