Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet

85 —Perdona por la falta de elegancia en el servicio, pero com- prenderás que no suelo tomar aquí. Llenó ambos tazones casi hasta la mitad antes de pasarle uno a Adriana. Ella pareció dudar una última vez y miró hacia la puerta entreabierta. —¿Cierro? —¿Estás loca? Como corren los tiempos, lo único que falta es que me denuncien por acoso por estar con una alumna a puerta cerrada… —rio, entre avergonzado y escéptico. —Difícilmente me considerarían una alumna, profesor — contestó ella, pero pareció darse cuenta enseguida de la contra- dicción inherente en su frase, porque enrojeció de pronto. Él se limitó a ignorar el comentario con un gesto de la mano. —Bueno, bueno, ya sabes cómo somos los mentores. Siempre vemos a nuestros protegidos un poco como aprendices… Se hizo un silencio breve, hasta que el profesor se aclaró la garganta y exclamó: —¡Brindemos! ¡Por Adriana, que empieza a adentrarse en los pantanosos terrenos de la vida académica! —Uf, ojalá empezara adentrarme… Ahí todavía podría dar pie atrás. Pero después de tantos años en esto, ya estoy con el agua hasta el cuello. No queda más que echarle para adelante —comentó ella con una risa nerviosa. El profesor no se dio por aludido y chocó efusivamente su taza contra la de ella, aprovechando para darle el bajo a la suya y volver a rellenarla. Paladeó lentamente el trago, con expre- sión atribulada, como si estuviera decidiendo si decir o no lo que estaba pensando. Finalmente, tras un largo suspiro, le dijo: —Debo decirte que en la facultad estaban un poco decep- cionados con la noticia. Considerando que llevas más de cinco

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=