Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet

84 capaz de hacer un esfuerzo en términos de su apariencia. Incluso para celebrar, no podía evitar ese desaliño pendenciero, como si estuviese retando a los demás a decir algo sobre su aspecto, como si el hecho de que no se cepillase el pelo ni por casualidad fuera una declaración política. —¡Qué bien, qué bien! —la cortó, mientras abría un cajón donde tenía una botella de Jack Daniel ’s adornada con un enorme rosetón rojo—. ¡Mira, me aseguré de estar aperado para la situación! ¿Te puedo ofrecer un trago? —le preguntó con una sonrisa juguetona, balanceando suavemente la botella para mostrársela. Ella lo miró, levemente incómoda, y esbozó apenas una son- risa débil. —¿Pensé que saldríamos a comer? —Sí, por supuesto —contestó, sonriendo para ocultar cuánto lo irritaba su pacatería—. Esto es solo un aperitivo. Algo para facilitar la transición entre business and pleasure . ¿Te sirvo un poco? —No, gracias. Nunca he sido muy buena para los tragos fuertes. —¡Pero, Adriana! ¡Vamos a tener que arreglar eso antes del viaje! ¡Las malas lenguas dicen que, en Oxford, los ascen- sos dependen más de saber compartir un trago con las personas adecuadas que de hacer buena academia! —soltó una risotada y ella sonrió con frialdad—. ¡Vamos, mujer, es una broma! Pero no puedo aceptarte un no por respuesta, ¿sino cómo vamos a brin- dar por la buena noticia? Adriana finalmente cedió. Él se giró en la silla para alcanzar dos tazones de cerámica con logos de la universidad en la repisa a su espalda, comentando con tono risueño:

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