Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet
83 Cuando llamaron a la puerta, ya llevaba un buen rato sin tra- bajar. Distraído, alternaba entre echar ojeadas nerviosas al reloj en la pared y perder la vista tras la ventana, donde los estudian- tes daban por terminada la jornada cruzando cansinamente el patio. Sin embargo, al oír los golpes secos contra la madera, se volvió rápidamente hacia la pantalla, demorando a propósito la respuesta. Solo entonces dijo: «¡Adelante!» con un tono leve- mente irritado, como si lo hubiesen cortado en mitad de una idea brillante. Cuando ella entró, no se volteó enseguida para mirarla, sino que siguió con la vista fija en la pantalla y el ceño fruncido, concentrado en los íconos del escritorio; se limitó a pedir que dejara la puerta entreabierta antes de sentarse. Esperó hasta que ella habló. —Disculpe, profesor, ¿me adelanté mucho? —¿Siete, habíamos quedado? —respondió con indiferencia, para luego mirar fugazmente al reloj y exclamar con tono diver- tido— ¡Bah, pero si ya son las siete! ¡Qué increíble, ni siquiera me percaté de cómo pasó la tarde! Después, fijó la mirada en ella, dirigiéndole una sonrisa paternal. —¿Cómo has estado, Adriana? Mientras ella se extendía en un breve resumen de sus últi- mas novedades, el profesor observó, con decepción, aunque sin sorpresa, que ni siquiera para una ocasión como esa había sido
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