Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet

68 pantalón de mezclilla blanco, demasiado estrecho. La Gaby no quería probarse la ropa. Andaba con la regla, se sentía hinchada, incómoda, pero de todas maneras accedió y entró al probador; era un regalo del Juan Carlos. No reclamó, quería darle en el gusto como siempre, no importaba que el color no le gustara o que el diseño no le viniera a su cuerpo. Ahí fue cuando la Gaby se dio cuenta de que el pantalón le quedaba chico. Por más que trató no pudo cerrar el botón, y se lo sacó. Al momento de doblarlo, ahí estaba la manchita roja, un punto delator. Sintió tanta vergüenza de que la vendedora se diera cuenta, que lo dobló con cuidado para que no se notara. «Me queda bien», le dijo al Juan Carlos mientras salía del probador. La angustia no se le pasó hasta que lo pagaron y la dependienta lo metió en la bolsa. Cuando llegaron a la casa, lo lavó a escondidas en el baño, lo tendió con mucho cui- dado y lo guardó en su bolsa original. La idea era cambiarlo por otro de su talla, así tendría su pantalón nuevo, regalo del Juan Carlos, y él nunca se daría cuenta. —Gaby, tú sabes que tengo que quedarme hasta el final del pago. —Es que tengo que cambiarlo para ponérmelo el sábado. —No alcanzo, tengo que llegar a cocinar para mañana. —Es que el Juan Carlos se va a dar cuenta y me va a pregun- tar por el pantalón. Cada vez que respondía, su voz se hacía más chillona hasta casi llorar. Se estaba guardando toda la angustia y el miedo. —Se va a enojar y no quiero que se enoje, es que no sabe cómo se pone enojado. La señora María alcanzó a escucharla. —¿Ese hueón te va a hacer algo? ¿Por eso dejái a los cabros con tu mamá? —lanzó, sin medir lo que decía.

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