Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet
44 son seres en trance: reducidos a la nada, a un final del mundo tran- sitorio, una verdad a medias. En el correr del agua cada caminante va imaginando su futuro: la relatividad del sin país, la ambigüe- dad de sus gestos, el subir de hombros ante la tragedia ajena. Quien deja las cuatro paredes de su casa se prepara para el diluvio univer- sal. Un colchón, una mesa, un anafe y una silla son la medida del mundo. El territorio. Escucha por ahí que el río trae agua. Taína ve maderos y algún oleaje, pero no sabe cómo era ayer. Un conejo con los ojos y la boca en asombro traga inerte la espuma de las olas. Más allá un perro con las patas hacia arriba se menea al ritmo de la corriente. Ramas de araguaney. Escombros. La negrura del agua se desborda en las orillas y hace tremolar las piedras, unas contra otras. En la fron- tera hasta las piedras se transforman. Solo mil quinientos pasos y quién sabe si llega a destino. Mamaíta, vos lo hiciste. Yo voy a cruzar el río. Como tú, como miles. Lo único que me queda es el anhelo de cruzar y llegar. Seme pegan los helechos de la orilla. Estoy cruzando, mamaíta. La pesadez del barro me detiene, pero avanzo. Luchar con el agua no es de valientes. Quién ganará de las dos. Hay que llegar al otro lado. Un pez me roza, ahora otro. Estoy asqueada. Esos cuerpos pasándome por alto, como si no existiera. Mi ropa está empapada. El río tiene olas, mientras no se le dé por crecer, pero vamos, avanzo. Tendría que haberme quitado las zapatillas. Me cuesta cada vez más acercarme a la orilla, un paso p’alante, cuatro p’atrás, cuándo llegaré. Ay mamaíta, tú que eras tan devota de la Virgen de la Coromoto, pídele en mi nombre. El trochero se ha desentendido demí. Total, ya le pagué. Le grito, pero nome escucha. La corriente es cada vezmás fuerte, me tira para abajo, pero nome rindo. Vamos Taína, vamos. El agua tiene gusto a barro. Que no le haga mal a mi
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