Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet
38 los nuevos registros del olfato. ¿Existirá el aroma a incertidumbre? ¿A olvido? ¿Algo parecido a la fuga del alma? Por las dudas, Taína camina pegada al trochero. Lo que dice y el mínimo gesto son un manual de supervivencia. Que no se fiara de ellos: lo hacen por dinero y olvidan los acuerdos, eso comen- tan por ahí. La desconfianza en el peregrinaje los une. Ella es una golondrina; él, un ave de rapiña. Así van por el camino de la incer- teza, una a expensas del otro. Hoy, Taína cumple cuarenta años. Le hubiera gustado cele- brarlo con una fiestota bien regada de ron y bailando Pronto lle- gará el día de mi suerte . El himno, como le llaman, después de haberse echado unos cuantos palitos. El himno alienta la espe- ranza, el mísero futuro de los que quedaron sin nada. Sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará , canta para adentro. Y cada nota es como las cuentas del rosario que lleva escondido, en una cajita, entre su ropa. Taína viaja el día de su cumpleaños y el día de la muerte de Simón Bolívar, el padre de todos, no solo de la patria. Ella, por ejemplo, solo tenía ése. La trocha cambia según la hora. Depende de quien la mira. Bajar las maletas de la espalda insensible es el minuto de gloria del maletero. Como único desquite, el policía espera a su presa. La came- llo solo pretende que el estómago no le reviente. Al violador le sube el resentimiento por la entrepierna. Ganar algo con una lata de atún hace a un contrabandista. En la frontera hasta la supervivencia es ilegal. Cada uno se agazapa en su necesidad. Al atardecer, cuando los árboles se rinden y las flores resignan su aroma, se siente el bostezar de los pájaros, la vocación de ilega- lidad y un ardor de libertad que espanta. A la hora de la nada la frontera hace volar la imaginación.
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