Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet

12 mujeres, que al inicio solo tienen en común su país natal, parte por la identificación de un acento común. La amistad se va for- taleciendo en la medida que la relación entre ambas se estrecha y se encuentran en miedos y odios compartidos. La complicidad las llevará a acordar un pacto justiciero. Sus vidas dispersas y de sobrevivencia diaria en otro país adquieren, de pronto, un hori- zonte nuevo: interrumpir con violencias sigilosas las múltiples e históricas violencias que viven las mujeres. En el relato de Catalina Zamora Labarca, «El hombre que yo amo» (mención honrosa), las mujeres temporeras no buscan trabajo solas. Ellas son conscientes de que por esos potreros, en donde sus manos son solicitadas y mal pagadas para cosechar y limpiar los frutos de la siembra, las posibilidades de ser agredi- das y nunca regresar a sus casas son altas. La narración en pri- mera persona, de una protagonista que desde niña se ha visto obligada a trabajar de temporera, nos despliega el mundo de las mujeres que viven de este oficio. La solidaridad y redes de apoyo que tejen entre ellas son las únicas herramientas que tienen para hacer frente a la precariedad material, el agotamiento y la violen- cia patriarcal del que son víctimas dentro y fuera del trabajo. La voz de la protagonista se centra en la historia de Gaby, la joven enamorada que es capaz de todo tipo de sacrificios para retener a su novio. En medio de las desdichas y pequeñas alegrías de Gaby, el cuento hila con sutileza una memoria de mujeres, de madres, abuelas, tías y amigas que a lo largo de los años han laborado en las faenas agrícolas o en los invernaderos; una memoria mar- cada por el trabajo duro, por los cambios en el procesamiento y comercialización de los productos y por la música radial que, con los distintos hits , acompaña los dolores y las esperanzas de las trabajadoras.

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