Prender fuego. Antología. Primer Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet
102 5. ¿Podrían compartir los poemas que le recitó la niña a las enfermeras? Pasados unos minutos, el personal que administra la cuenta de Facebook borrará mis preguntas y desactivará los comentarios de la fotografía. * No logro dormir. Lo único que hago es ver el celular. Según el reporte semanal, paso quince horas al día mirando el teléfono. Hay una fiesta en el departamento de al lado y el clonazepam no ha hecho efecto. Me gusta escuchar el latir de los bajos. Tengo ganas de llamar a alguien y contarle sobre el zoológico y mis pro- blemas para dormir, pero no lo haré. No voy a llamar nunca más a esa persona. No. No lo haré. Las ventanas vibran. Alguien va a reclamar, pero no seré yo. No seré yo la persona que llame a segu- ridad. No quiero llamar a nadie. No. No lo haré. ¿Podría ser yo la mujer que lanza a su hija a la jaula de los osos? Eso me gustaría preguntarle a la persona que no voy a lla- mar. Que nunca más voy a llamar. ¿Podría ser yo la mujer de Uzbekistán? Nunca voy a tener hijos. Suena el timbre. Abro la puerta y aparece una pareja de chicas. Van al departamento de al lado, se han equivocado. Llevan bote- llas de pisco y Coca-Cola. No quiero tener cuarenta años. Quiero tener veinte, llevar botellas en la mano, tocar por error el timbre de una mujer, que esa mujer me abra en pijama y sentirme feliz porque no soy ella, porque tengo veinte años, porque no pienso en niñas que son lanzadas a jaulas de osos y porque voy a borrarme en una fiesta. Me tomo otro clonazepam. «Si en el primer acto tie- nes una pistola colgada de la pared, entonces en el siguiente acto
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